La terapia de transfusión sanguínea es un procedimiento médico que consiste en introducir sangre donada o sus componentes en el cuerpo del paciente, principalmente para reponer los componentes sanguíneos que se han reducido debido a enfermedades o accidentes. Este tratamiento puede mejorar rápidamente la oxigenación de los tejidos, detener hemorragias o fortalecer la función inmunológica, siendo común en casos de hemorragias masivas por trauma, pérdida de plasma durante cirugías o pacientes con enfermedades hematológicas. Su objetivo principal es restaurar la función normal de la sangre del paciente, evitando crisis potencialmente mortales causadas por niveles bajos de hemoglobina o deficiencia de factores de coagulación.
Según las necesidades del paciente, la transfusión sanguínea se divide en cuatro tipos principales: suspensión de glóbulos rojos (para aumentar la capacidad de transporte de oxígeno), concentrados de plaquetas (para promover la coagulación), plasma fresco congelado (para suministrar factores de coagulación) y transfusión de sangre completa (utilizada en casos de pérdida masiva de sangre en emergencias). La hemoglobina en los glóbulos rojos se une a los tejidos para restaurar el transporte de oxígeno; las plaquetas reparan lesiones en el endotelio vascular y forman coágulos; el fibrinógeno en el plasma, junto con la trombina, trabajan en la reconstrucción del mecanismo de coagulación.
Se indica principalmente en casos de hemorragias agudas masivas (como accidentes de tráfico o rotura uterina), anemia crónica (como anemia renal o después de quimioterapia contra el cáncer), tendencia a hemorragias por trombocitopenia (por debajo de 20,000/μL de plaquetas) y trastornos de la coagulación (como en pacientes con cirrosis hepática). Situaciones especiales incluyen inmunosupresión post trasplante de órganos, hemólisis neonatal o transfusiones profilácticas en cirugías mayores.
Antes de la transfusión, se realiza una prueba de compatibilidad de grupo sanguíneo y cruce de sangre para asegurar la compatibilidad entre donante y receptor. La transfusión generalmente se administra lentamente a través de un catéter intravenoso, comenzando a una velocidad de 40-60 gotas por minuto para evitar reacciones agudas. La dosis se calcula según el peso del paciente y la cantidad de pérdida sanguínea: los glóbulos rojos suelen transfundirse en 2-4 unidades (cada unidad aproximadamente 250-350 mL), y las plaquetas en 5-10 unidades/m² de superficie corporal.
Los efectos adversos comunes incluyen fiebre, escalofríos o erupciones cutáneas, que generalmente se alivian con antihistamínicos. Riesgos graves incluyen reacción hemolítica (destrucción de glóbulos rojos por incompatibilidad en 1-2 horas post transfusión), lesión pulmonar aguda relacionada con transfusión (TRALI) y transmisión de infecciones (como hepatitis o VIH). Los riesgos a largo plazo incluyen sobrecarga de hierro (que requiere tratamiento con desferoxamina tras múltiples transfusiones).
Contraindicaciones incluyen antecedentes severos de alergia a componentes sanguíneos, hemólisis autoinmune y casos de incompatibilidad de grupo sanguíneo específicos. Antes de la transfusión, se debe verificar el índice de coagulación (como INR) y la función renal para evitar sobretransfusión y sobrecarga circulatoria. Las mujeres embarazadas deben someterse a pruebas de anticuerpos para Rh negativo.
Al usar anticoagulantes (como warfarina), es necesario ajustar la dosis, ya que la transfusión puede afectar la medición del índice de coagulación internacional (INR). Los pacientes en inmunosupresión deben realizar pruebas de virus más rigurosas, y los pacientes en diálisis deben monitorear los niveles de potasio, ya que la sangre almacenada puede tener altos niveles de potasio.
Según estudios clínicos, la tasa de supervivencia a 24 horas en pacientes con hemorragia aguda aumenta en un 40% tras la transfusión. Para pacientes con conteo de plaquetas por debajo de 10,000/μL, la transfusión reduce en un 65% el riesgo de hemorragia en las primeras 24 horas. Sin embargo, una dependencia excesiva de la transfusión de glóbulos rojos puede aumentar el riesgo de trombosis, por lo que actualmente se prefiere la estrategia de «transfusión restrictiva» (transfusión cuando Hb <7 g/dL) para equilibrar beneficios y riesgos.
En casos de deficiencia de glóbulos rojos, se puede considerar el uso de eritropoyetina (EPO) o suplementos de hierro; en trombocitopenia, se puede usar IL-11 para estimular la médula ósea. La deficiencia de factores de coagulación puede tratarse con sustitutos como el plasma fresco congelado (por ejemplo, complejo de protrombina). Sin embargo, estas alternativas en casos de hemorragia masiva o emergencias aún requieren la transfusión sanguínea como primera opción.
Antes de recibir una transfusión, el paciente debe someterse a pruebas de grupo sanguíneo y cruce de sangre para garantizar compatibilidad. El personal médico también indagará sobre antecedentes de alergias, enfermedades sanguíneas hereditarias y explicará los posibles riesgos. El paciente debe firmar un consentimiento y comunicar cualquier medicación o condición de salud actual antes de la transfusión.
¿Es normal tener fiebre o escalofríos durante la transfusión?Una fiebre leve o escalofríos pueden ser reacciones febriles no hemolíticas, que suelen ocurrir horas después de la transfusión y son causadas por una respuesta inmunitaria a los antígenos de leucocitos. Si la temperatura supera los 38.5°C o se acompaña de escalofríos y dolor de cabeza, se debe informar inmediatamente al personal médico para ajustar la velocidad de transfusión o administrar antipiréticos.
¿Cuánto tiempo después de la transfusión se puede volver a la actividad normal?La mayoría de los pacientes pueden retomar actividades leves en 24 horas, pero deben evitar ejercicios intensos por al menos 48 horas. Si después de la transfusión aparecen mareos, dolor en el pecho o hinchazón, se debe retrasar la actividad y consultar al médico de inmediato.
¿Qué restricciones dietéticas se deben seguir después de una transfusión?Se recomienda aumentar la ingesta de hierro (como carne roja y verduras de hoja verde oscuro), pero evitar el consumo excesivo de alimentos ricos en vitamina C que puedan afectar la absorción de hierro. En caso de disfunción hepática, seguir las indicaciones médicas para limitar las proteínas; los receptores de plaquetas deben evitar hierbas anticoagulantes o alcohol para reducir el riesgo de hemorragia.
¿Cómo prevenir la sobrecarga de hierro en pacientes que requieren transfusiones periódicas a largo plazo?Los pacientes que reciben transfusiones frecuentes de glóbulos rojos (como los con talasemia mayor) deben monitorear sus niveles de ferritina sérica cada 3-6 meses. Cuando la ferritina supera los 1000 ng/mL, el médico puede prescribir agentes quelantes de hierro como la deferoxamina y recomendar limitar suplementos de hierro y consumo de carne roja para reducir daños en el corazón y el hígado.