La dilatación de la vejiga es una intervención quirúrgica destinada a aumentar la capacidad de la vejiga y mejorar su función de almacenamiento de orina. Este procedimiento se dirige principalmente a pacientes con capacidad vesical reducida debido a lesiones neurológicas o anomalías congénitas, como lesiones de la médula espinal o atrofia muscular espinal. La cirugía implica la implantación de tejido intestinal o material artificial en la pared de la vejiga para que pueda almacenar más orina, reduciendo así la incontinencia urinaria y el riesgo de daño en las vías urinarias superiores.
El núcleo de este tratamiento es restaurar la función fisiológica normal de la vejiga, evitando daños permanentes en los riñones por reflujo urinario. Tras la operación, se requiere un seguimiento a largo plazo, incluyendo mediciones de residuo urinario y evaluación de la función renal, para asegurar la efectividad del tratamiento.
Según el origen del tejido, la dilatación de la vejiga se divide en «cistoplastia con segmento intestinal» y «implantación de material artificial». La técnica con segmento intestinal suele usar íleon o colon sigmoide, debido a su suavidad y buena capacidad de regeneración; el material artificial generalmente utiliza materiales biocompatibles especiales que se adhieren directamente a la superficie de la vejiga. Durante la cirugía, el tejido o material se sutura a la pared vesical para ampliar la cavidad de la vejiga y prolongar el almacenamiento de orina.
El mecanismo de la cirugía consiste en aumentar la capacidad de la vejiga a más de 300-500 ml y reducir la presión intravesical. Algunos pacientes pueden requerir también una incisión del esfínter para mejorar aún más la obstrucción urinaria. La recuperación de la función vesical puede tomar de 3 a 6 meses, durante los cuales se realiza periódicamente pruebas de urodinámica.
Principalmente indicado para:
También es adecuado para malformaciones congénitas de la vejiga o cicatrices de la vejiga causadas por trauma. Sin embargo, es necesario evaluar el estado general del paciente, incluyendo función cardiovascular, pulmonar y control metabólico, para reducir riesgos quirúrgicos.
La cirugía generalmente se realiza bajo anestesia general, requiriendo hospitalización de 5 a 7 días. La técnica con trasplante de segmento intestinal implica extraer aproximadamente 10-15 cm de intestino, que se sutura y conecta a la vejiga; el método con material artificial se coloca directamente en la cavidad vesical. La duración de la operación es de aproximadamente 3 a 5 horas, dependiendo de la fuente del tejido y la complejidad de las complicaciones.
Después de la cirugía, se coloca un catéter urinario durante 2 a 4 semanas, y tras la cicatrización, se inicia el entrenamiento de cateterismo intermitente. Los pacientes deben aprender técnicas de auto-cateterismo y mantener un registro de la micción. En el primer año, se realiza un seguimiento cada 3 meses, y posteriormente cada 6 meses.
Las principales ventajas incluyen:
En comparación con el cateterismo prolongado tradicional, este procedimiento puede reducir la probabilidad de infecciones del tracto urinario y mejorar el estado psicológico del paciente. Estudios a largo plazo muestran que el 70-80% de los pacientes mantienen una buena función vesical cinco años después de la cirugía.
Los principales riesgos incluyen:
Las complicaciones a largo plazo pueden incluir formación de cálculos vesicales, alteraciones en el equilibrio ácido-base, o desequilibrios electrolíticos por absorción intestinal. Aproximadamente el 5-10% de los pacientes pueden requerir una segunda cirugía para corrección.
Las contraindicaciones incluyen:
Antes de la cirugía, se deben realizar cistoscopía y análisis de urodinámica. Los pacientes con diabetes deben mantener el control de glucosa en HbA1c por debajo del 8%, de lo contrario, la cirugía puede retrasarse.
Se debe evitar el uso de anticoagulantes (como warfarina) al menos 2 semanas después de la cirugía. Los pacientes en radioterapia o quimioterapia deben coordinar el tratamiento con el oncólogo. Los pacientes que usan bloqueadores alfa o relajantes del músculo detrusor deben suspenderlos 2 semanas antes de la cirugía.
Otros procedimientos urológicos (como la uretoplastia) deben programarse después de la dilatación de la vejiga para evitar interferencias en la cicatrización. Después de la operación, se recomienda fisioterapia del suelo pélvico.
Ensayos controlados aleatorios muestran que la trasplantación de segmento intestinal tiene una tasa de éxito del 75% a los 5 años, mientras que el uso de material artificial alcanza el 65%. En pacientes con vejiga neurógena, la frecuencia de incontinencia diurna disminuye en promedio entre un 60-80% tras la cirugía.
Estudios de seguimiento a largo plazo indican que la tasa de deterioro de la función renal en pacientes tratados es un 40% menor en comparación con los no tratados. Sin embargo, el uso de segmentos intestinal puede alterar el pH de la orina, por lo que se recomienda monitoreo regular mediante análisis de orina.
Las alternativas incluyen:
Las opciones no quirúrgicas tienen la ventaja de ser menos invasivas, pero su control a largo plazo es menor. La elección debe considerar la edad del paciente, la gravedad de la lesión neurológica y las necesidades de calidad de vida.
Se recomienda realizar una evaluación detallada del sistema urinario, incluyendo pruebas de urodinámica y estudios de imagen, para valorar la función vesical. Es importante discutir con el médico los medicamentos actuales y ajustar aquellos que puedan afectar la cirugía (como anticoagulantes). Además, se debe comenzar la limpieza intestinal 3 días antes y seguir las indicaciones médicas para preparar el intestino, con el fin de reducir el riesgo de infecciones durante la operación.
¿Cómo manejar la posible incontinencia urinaria después de la cirugía?Algunos pacientes pueden experimentar incontinencia temporal en las primeras etapas postoperatorias. Se recomienda realizar ejercicios de suelo pélvico, contrayendo los músculos 30 veces al día en 3 series. Si la incontinencia persiste, puede ser necesario usar estimulaciones eléctricas o dispositivos de protección. Es importante informar con honestidad sobre los patrones de micción en las revisiones periódicas, para que el médico ajuste el tratamiento según sea necesario.
¿Qué precauciones dietéticas y de actividad diaria se deben seguir después de la cirugía?Durante la primera semana, se deben evitar levantar objetos pesados y realizar ejercicios intensos para no tensionar las suturas. La dieta debe incluir alimentos ricos en fibra (como cereales integrales y verduras) y mantener una ingesta de líquidos de 1.5 a 2 litros diarios, evitando cafeína o alimentos picantes que puedan irritar la vejiga. En caso de estreñimiento, el médico puede prescribir laxantes suaves para facilitar la evacuación.
¿Con qué frecuencia y qué aspectos principales deben incluirse en las revisiones postoperatorias?Durante el primer año, se recomienda realizar ecografías vesicales o estudios de flujo urinario cada 3 a 6 meses para evaluar la capacidad y función de la vejiga. La frecuencia puede ajustarse según la recuperación, y después de 2 a 3 años, las revisiones pueden espaciarse a una vez al año. Es importante medir periódicamente los niveles de potasio en sangre, ya que el uso de segmentos intestinal puede afectar el equilibrio electrolítico.
¿La calidad de vida a largo plazo puede volver a la normalidad tras la cirugía?Alrededor del 80-90% de los pacientes, tras adaptarse a su nuevo patrón de micción, pueden retomar sus actividades diarias. Algunos pueden necesitar ajustar el horario de cateterismo intermitente o modificar su dieta, pero en general, la mayoría mantiene una calidad de vida estable. La clave está en seguir las indicaciones médicas, realizar ejercicios de entrenamiento de la vejiga y mantener revisiones periódicas para prevenir complicaciones y asegurar resultados duraderos.