El cólera es una enfermedad infecciosa aguda causada por la bacteria Vibrio cholerae, que se transmite principalmente a través del agua o alimentos contaminados. La enfermedad se caracteriza por una diarrea acuosa severa, que si no se trata a tiempo, puede conducir a una rápida deshidratación y shock, poniendo en riesgo la vida del paciente. La mayoría de los casos en el mundo se concentran en países en desarrollo con condiciones sanitarias precarias, pero en los últimos años, debido al turismo internacional y los movimientos poblacionales, esta enfermedad sigue presentando riesgos de propagación transnacional.
El principal agente patógeno del cólera, Vibrio cholerae, se encuentra ampliamente en ambientes naturales en zonas de transición entre agua dulce y salada. Bajo ciertas condiciones, esta bacteria puede formar relaciones simbióticas con el plancton, haciendo que las fuentes de agua se contaminen, siendo esta la principal vía de transmisión. La medicina moderna ha desarrollado tratamientos efectivos, pero las medidas preventivas como la vacunación y la mejora de las prácticas higiénicas siguen siendo clave para controlar la epidemia.
El mecanismo de la enfermedad del cólera está directamente relacionado con la toxina intestinal que libera Vibrio cholerae. Cuando la bacteria se reproduce en el intestino humano, secreta toxinas que se unen a las células de la mucosa intestinal, provocando una secreción masiva de líquidos en el lumen intestinal. Normalmente, el intestino absorbe agua y electrolitos, pero este proceso se ve alterado, causando diarrea intensa y vómitos. Si no se reponen rápidamente los líquidos perdidos, puede conducir a insuficiencia circulatoria y daño en múltiples órganos.
Los grupos de alto riesgo incluyen:
Factores ambientales, como inundaciones o cambios climáticos estacionales, pueden ampliar el alcance de la contaminación. Por ejemplo, en países del sur de Asia durante la temporada de monzones, la falla en los sistemas de drenaje a menudo provoca brotes masivos. Además, los mariscos sin desinfección adecuada pueden ser vectores del patógeno, por lo que la higiene alimentaria es especialmente importante.
Los síntomas del cólera se dividen en típicos y atípicos. Los casos típicos suelen manifestarse entre horas y cinco días después del contacto con el patógeno, comenzando con molestias gastrointestinales leves y progresando rápidamente a diarrea acuosa en forma de arroz, con una pérdida de líquidos de varios litros por hora. La diarrea suele acompañarse de vómitos severos, calambres musculares y caída rápida de la presión arterial, etapa conocida como «fase crítica de deshidratación».
Los casos atípicos pueden presentar diarrea leve o ser asintomáticos. Es importante destacar que aproximadamente el 75% de las personas infectadas pueden presentar síntomas leves o ser asintomáticas, pero aún así propagar el patógeno. Este período de incubación y portación complican el control de la epidemia.
Indicadores clínicos de deshidratación severa incluyen:
El diagnóstico clínico inicial se basa en la evaluación de síntomas y antecedentes epidemiológicos. El médico indagará detalladamente sobre la historia alimentaria, viajes y contactos del paciente. Si ha estado en contacto con fuentes de agua o alimentos en áreas de brote, se sospechará fuertemente de cólera. La prueba de laboratorio de referencia es el cultivo de heces, que requiere de 24 a 48 horas para obtener resultados.
Las pruebas rápidas, como las tiras inmunocromatográficas, se están popularizando y permiten detectar antígenos de Vibrio cholerae en las heces en aproximadamente 15 minutos. Este método es muy útil en áreas con recursos limitados, aunque no distingue entre diferentes serotipos. En casos sospechosos graves, los médicos pueden iniciar tratamiento de rehidratación mientras esperan los resultados para aprovechar la ventana de oro.
Las radiografías no son imprescindibles, pero una ecografía abdominal puede ayudar a descartar complicaciones como obstrucción intestinal. Los análisis de sangre en pacientes con deshidratación severa suelen mostrar niveles elevados de sodio, hipokalemia y acidosis metabólica, datos que son cruciales para evaluar la gravedad de la enfermedad.
El tratamiento principal del cólera consiste en la rápida reposición de líquidos y electrolitos. Los pacientes leves pueden tratarse con soluciones de rehidratación oral (SRO), cuya fórmula recomendada por la Organización Mundial de la Salud incluye glucosa, cloruro de sodio y bicarbonato de sodio. La correcta administración de SRO ha demostrado salvar más del 90% de los pacientes, evitando que progresen a etapas que requieren hospitalización.
Los pacientes graves necesitan hidratación intravenosa inmediata, generalmente con solución de lactato de Ringer o solución salina normal. En áreas con recursos limitados, se pueden establecer «centros de tratamiento del cólera» simples, donde se administra vía intravenosa y se realiza monitoreo estricto para controlar las alteraciones hemodinámicas. Los antibióticos, como doxiciclina y fluoroquinolonas, pueden acortar el período de eliminación del bacilo, pero la rehidratación sigue siendo la piedra angular del tratamiento.
El soporte adicional incluye:
La vacunación es una medida activa de protección. Actualmente, existen dos vacunas orales vivas que ofrecen protección durante aproximadamente 3 a 5 años. Se recomienda que los viajeros a áreas endémicas se vacunen al menos dos semanas antes de la salida, en combinación con otras medidas preventivas.
Mejorar la higiene ambiental es la solución fundamental. Asegurar que el agua potable sea clorada o hervida, y que los alimentos se cocinen completamente a temperaturas superiores a 70°C. La protección personal incluye:
Las estrategias comunitarias incluyen establecer sistemas de vigilancia epidemiológica en tiempo real y promover la educación en salud pública. La OMS recomienda realizar análisis microbiológicos periódicos en las fuentes de agua en áreas de riesgo y activar campañas de vacunación en las fases iniciales de brotes. La política de «agua, saneamiento y salud» (WASH) promovida en los últimos años se considera fundamental para la erradicación a largo plazo del cólera.
Debe buscar atención médica inmediata si presenta alguno de los siguientes síntomas:
Tras contacto con el patógeno, incluso sin síntomas, se debe informar a las autoridades sanitarias. En casos de brotes, la cuarentena y el control del agua son medidas efectivas para detener la transmisión. Los profesionales de la salud deben usar equipo de protección para prevenir infecciones cruzadas.
En zonas de alta incidencia, la presencia de «heces de agua de arroz» (excrementos grisáceos y turbios) en la comunidad debe considerarse una señal de alarma. Este tipo de excremento contiene una gran cantidad de Vibrio cholerae y, si no se maneja adecuadamente, puede contaminar el ambiente y generar nuevas infecciones.