El diagnóstico de accidente cerebrovascular (ACV) es un procedimiento médico urgente y complejo que requiere la combinación de observación de síntomas clínicos, estudios de imagen y pruebas de laboratorio. El tiempo es clave en el tratamiento del ACV, por lo que el equipo médico realiza una evaluación inmediata tras la llegada del paciente al hospital para determinar el tipo de accidente, la zona afectada del cerebro y las posibles causas. Un diagnóstico rápido y preciso no solo aumenta las tasas de éxito del tratamiento, sino que también reduce significativamente el riesgo de secuelas.
El proceso de diagnóstico generalmente se divide en tres etapas: primero, el médico realiza una anamnesis y un examen físico preliminar para confirmar las características de los síntomas; en segundo lugar, se utilizan técnicas de imagen para confirmar la ubicación y extensión del daño cerebral; y finalmente, se combinan con pruebas de laboratorio para descartar otras posibles causas. Cada paso debe seguir los estándares de diagnóstico reconocidos internacionalmente, como las guías de la Asociación Americana del Corazón, para garantizar la precisión del diagnóstico.
La evaluación clínica es el primer paso en el diagnóstico del ACV. El médico realiza un cuestionario sistemático y un examen físico para realizar un cribado rápido de posibles diagnósticos. Se pregunta detalladamente sobre el momento de la aparición, el desarrollo de los síntomas, como parálisis facial repentina, debilidad en las extremidades o dificultades del habla, que son indicadores típicos de un ACV agudo. Luego, se realiza un examen del sistema nervioso, incluyendo pruebas de fuerza muscular, evaluación de reflejos y pruebas de coordinación y equilibrio, para localizar las áreas cerebrales posiblemente dañadas.
Durante la evaluación, el personal médico presta especial atención a la aplicación de escalas de valoración del ACV, como la «Prueba de Evaluación Facial, Brazo y Habla» (FAST) y la «Escala Nacional de Evaluación del ACV» (NIHSS). Estas herramientas permiten cuantificar la gravedad de los síntomas y ayudan a los médicos a determinar rápidamente si se trata de un ACV isquémico o hemorrágico, y a decidir las estrategias de tratamiento subsecuentes.
Los estudios de imagen son evidencia clave para confirmar el diagnóstico de ACV. La tomografía computarizada (TC) puede distinguir rápidamente entre ACV hemorrágico y isquémico, generalmente en los primeros 10 a 15 minutos tras la llegada a urgencias. La resonancia magnética (RM) proporciona una visualización más precisa del daño en el tejido cerebral, especialmente mediante la técnica de imagen ponderada por difusión (DWI), que puede detectar signos de daño cerebral en cuestión de minutos después del inicio del cuadro.
Las herramientas de cribado juegan un papel crucial en el diagnóstico del ACV. El equipo médico utiliza instrumentos de evaluación estandarizados, como la «Escala de Reconocimiento Temprano del ACV» (Rapid Stroke Scale), que mediante preguntas simples y pruebas de movimiento confirma rápidamente si los síntomas corresponden a un ACV. Además, el electrocardiograma (ECG) se usa ampliamente para detectar arritmias como la fibrilación auricular, que puede causar ACV embólico.
Para pacientes con sospecha de mini-ACV (TIA), se realizan estudios adicionales de imagen vascular. La ecografía carotídea evalúa el grado de estrechamiento de las arterias del cuello, y la ecografía Doppler transcraneal (TCD) monitoriza la dinámica del flujo sanguíneo. Estas herramientas no solo ayudan en el diagnóstico agudo, sino que también predicen el riesgo futuro de ACV.
El diagnóstico diferencial es fundamental en la evaluación del ACV, ya que algunos síntomas pueden confundirse con otras enfermedades. Por ejemplo, infecciones cerebrales, tumores o síntomas de hipoglucemia pueden imitar las manifestaciones neurológicas del ACV. El médico debe distinguir cuidadosamente entre fenómenos postictales y secuelas de ACV, y descartar trastornos metabólicos cerebrales o formas raras de migraña.
Especialmente en las primeras fases, es importante diferenciar entre ACV isquémico y hemorragia subaracnoidea. La TC en el ACV hemorrágico mostrará inmediatamente áreas de alta densidad, mientras que en el ACV isquémico inicial puede no haber cambios visibles, requiriendo la ayuda de la RM con imagen ponderada por difusión. Esta diferenciación determina el tratamiento posterior, ya que los pacientes con hemorragia no pueden recibir terapia con trombolíticos.
El diagnóstico temprano es clave para mejorar el pronóstico. En el «ventana de tiempo dorado» para el tratamiento del ACV isquémico (generalmente dentro de las 4.5 horas), la administración de activador tisular del plasminógeno (tPA) puede reducir significativamente las discapacidades. Por otro lado, el ACV hemorrágico requiere una evaluación quirúrgica inmediata, y retrasar el diagnóstico puede conducir a aumento de la presión intracraneal o herniación cerebral, con consecuencias fatales.
El diagnóstico precoz también permite activar medidas de prevención secundaria. Analizando el grado de estrechamiento vascular o problemas cardíacos, el médico puede planificar tratamientos anticoagulantes o implantes de stents arteriales a largo plazo. Los programas de cribado comunitario también se están promoviendo, midiendo presión arterial, glucosa y lípidos en sangre para identificar grupos de alto riesgo con anticipación.
La TC puede mostrar rápidamente hemorragias cerebrales o infartos extensos, siendo la prueba de elección en la fase aguda, aunque es menos sensible a las lesiones de pequeños vasos. La RM puede detectar con mayor precisión lesiones isquémicas tempranas y microinfartos, siendo especialmente útil para determinar si el daño cerebral es reversible, aunque requiere más tiempo y no es adecuada para pacientes con implantes metálicos.
¿Cómo ayuda la escala de evaluación del ACV en el diagnóstico?El personal médico suele usar la escala «FAST» (cara, brazos, habla, tiempo) para realizar un cribado rápido de pacientes sospechosos de ACV. Además, la escala NIHSS evalúa la conciencia, la fuerza en las extremidades y otros 11 indicadores para determinar la gravedad y pronóstico del ACV, ayudando a planificar el tratamiento.
¿Por qué algunos pacientes necesitan angiografía cerebral?Cuando los estudios de imagen muestran obstrucciones en grandes vasos o sospechas de aneurismas, la angiografía permite visualizar directamente las arterias, determinar la localización y tamaño del trombo, y evaluar si es apropiado realizar terapias intervencionistas como la trombólisis o colocación de stents.
¿Por qué es importante realizar un electrocardiograma o ecocardiografía en pacientes con ACV?Alrededor del 15-30% de los ACV isquémicos están relacionados con embolias cardiogénicas, como fibrilación auricular o trombos en el ventrículo, que pueden causar embolias cerebrales. La evaluación de la función cardíaca ayuda a descartar patologías cardíacas y a planificar tratamientos anticoagulantes, reduciendo el riesgo de un segundo ACV.
¿Cómo pueden los cuidadores en el hogar ayudar a prevenir una segunda ocurrencia de ACV después del alta?Es fundamental controlar estrictamente los niveles de hipertensión, glucemia y lípidos en sangre, tomar los medicamentos antiplaquetarios o reductores de lípidos según lo prescrito, y fomentar la rehabilitación del habla y las extremidades. Además, se debe observar si aparecen nuevos síntomas neurológicos, como visión borrosa repentina o debilidad en las extremidades, y acudir inmediatamente al hospital si esto sucede.