El objetivo del tratamiento de la neumonía es aliviar los síntomas, controlar la propagación de la infección, prevenir complicaciones y promover la recuperación de la función pulmonar. La estrategia de tratamiento debe adaptarse según el tipo de infección (como bacteriana, viral o fúngica), la edad del paciente, su estado de salud basal y la gravedad de la enfermedad. Tras el diagnóstico confirmado, el médico inicia inmediatamente un tratamiento específico y monitorea de cerca la respuesta del paciente.
La medicina moderna combina medicamentos y métodos no farmacológicos para formar una red de tratamiento multidimensional. Los tratamientos farmacológicos incluyen comúnmente antibióticos o antivirales, mientras que las terapias de soporte incluyen oxigenoterapia, fisioterapia, entre otros. Durante el tratamiento, los pacientes deben seguir las indicaciones médicas y prestar atención a los ajustes en su estilo de vida, como descansar lo suficiente y mantener una nutrición adecuada, para acelerar la recuperación.
El tratamiento de la neumonía se divide en cuatro áreas principales: tratamiento antimicrobiano, alivio de síntomas, terapia de soporte y manejo de complicaciones. Para la neumonía bacteriana, los antibióticos son la primera opción; en casos de neumonía viral, se utilizan antivirales, como en casos provocados por virus de la influenza. La neumonía fúngica requiere antifúngicos, aunque este tipo es menos frecuente.
En cuanto al manejo de síntomas, los antipiréticos, antitusivos y broncodilatadores pueden aliviar la dificultad respiratoria y la fiebre. Los casos graves requieren hospitalización para oxigenoterapia o soporte ventilatorio, y los pacientes inmunodeprimidos pueden necesitar dosis más altas o tratamientos más prolongados. Los planes de tratamiento deben ajustarse según los resultados de la identificación del patógeno, por lo que los cultivos de esputo y análisis de sangre son fundamentales.
El tratamiento con antibióticos es central en la neumonía bacteriana. Los medicamentos comunes incluyen penicilinas (como amoxicilina), macrólidos (como eritromicina) y fluoroquinolonas (como levofloxacino). El médico seleccionará la vía de administración oral o intravenosa según la gravedad de la infección. Para pacientes con sospecha de infecciones por bacterias resistentes, puede usarse una combinación de antibióticos potentes para evitar retrasos en el tratamiento.
En grupos especiales como niños o mujeres embarazadas, el médico elegirá medicamentos con menor impacto en el feto o en el desarrollo. Los fármacos antiinflamatorios como los corticosteroides pueden usarse en inflamaciones severas, pero deben sopesarse los riesgos de inmunosupresión.
La oxigenoterapia es una medida clave para mejorar la saturación de oxígeno en sangre. Cuando la saturación de oxígeno cae por debajo del 90%, se puede administrar oxígeno adicional mediante cánula nasal o mascarilla. Los pacientes con insuficiencia respiratoria grave necesitan ventilación mecánica, ajustada por especialistas para evitar daño pulmonar.
La fisioterapia torácica, como las vibraciones en el pecho, ayuda a eliminar las secreciones respiratorias. Los pacientes deben aprender técnicas respiratorias específicas, como respiraciones profundas y ejercicios de tos, para facilitar la expulsión de esputo. Los pacientes hospitalizados suelen recibir orientación individual de fisioterapeutas, combinada con técnicas de drenaje postural para mejorar la expansión pulmonar.
Durante la recuperación, se debe evitar el humo y los contaminantes atmosféricos; dejar de fumar reduce el riesgo de daño pulmonar. En cuanto a la nutrición, una dieta alta en proteínas y vitamina C puede fortalecer el sistema inmunológico. Los pacientes con enfermedades crónicas (como diabetes) deben controlar estrictamente su glucemia para evitar que la infección empeore.
Al reanudar las actividades diarias, se recomienda evitar ejercicios intensos, siguiendo un «plan de actividad progresiva». El ambiente en el hogar debe mantener una humedad entre 40-60%, y el uso de humidificadores puede reducir la sequedad de las vías respiratorias. Si los síntomas no mejoran, se debe consultar al médico de inmediato y no ajustar la medicación por cuenta propia.
Los nuevos agentes biológicos, como los anticuerpos monoclonales, están en fase de ensayos clínicos, con el objetivo de neutralizar de manera precisa los antígenos en la superficie del patógeno. La medicina personalizada, mediante técnicas de secuenciación genética, permite identificar rápidamente el patógeno y seleccionar el medicamento más efectivo, acortando el ciclo de tratamiento.
Los sistemas de administración de fármacos a nanoescala pueden entregar antibióticos directamente en el sitio de la infección, reduciendo efectos secundarios sistémicos. Los sistemas de diagnóstico asistidos por inteligencia artificial pueden integrar datos de imágenes y laboratorios, prediciendo riesgos de complicaciones con anticipación, lo que cambiará los procesos de decisión en el tratamiento futuro.
Se debe acudir de inmediato si se presenta fiebre alta que dura más de 72 horas, frecuencia respiratoria superior a 30 respiraciones por minuto o saturación de oxígeno por debajo del 92%. Los pacientes con EPOC o enfermedades cardíacas que experimenten un empeoramiento de síntomas deben programar una evaluación especializada en 48 horas.
Si después de dos semanas no hay mejoría, aparecen esputo amarillo o verde, o el dolor en el pecho aumenta, se debe volver a consultar para revaluar el patógeno. Los mayores de 65 años o inmunodeprimidos, incluso con síntomas leves, deben acudir tempranamente al médico para prevenir complicaciones graves.
Los antibióticos son principalmente efectivos contra la neumonía bacteriana; en casos virales o fúngicos, pueden no ser efectivos. El médico elegirá el medicamento adecuado según el tipo de patógeno, y los pacientes deben seguir estrictamente el esquema de medicación, evitando interrumpirla por cuenta propia para prevenir resistencia. Si no hay mejoría, se debe consultar nuevamente para evaluar la necesidad de ajustar el tratamiento.
¿Cuánto tiempo tarda en recuperarse la actividad física normal tras la neumonía?En las primeras etapas de recuperación, se debe evitar el ejercicio intenso, generalmente durante 1 a 2 semanas. Cuando desaparecen la fiebre y el dolor en el pecho y la fuerza vuelve, se puede incrementar gradualmente la actividad. Si durante el ejercicio se experimenta dificultad respiratoria o fatiga excesiva, se debe detener y consultar al médico para evitar retrasar la recuperación.
¿La vacunación contra el neumococo previene toda la neumonía?La vacuna contra el neumococo protege principalmente contra la neumonía bacteriana más común, pero no previene la neumonía viral ni la causada por bacterias no cubiertas por la vacuna. Los grupos de alto riesgo, como ancianos y pacientes con enfermedades crónicas, deben mantener buenas prácticas de higiene y protegerse al estar en contacto con personas con infecciones respiratorias.
¿Cómo aliviar la tos seca persistente? ¿Es necesario un tratamiento especial?La tos seca puede ser común en la fase de recuperación de la neumonía. Se puede aliviar bebiendo agua tibia o usando caramelos para la garganta. Si la tos presenta sangre, dificultad respiratoria o dura más de 2 semanas, se debe consultar al médico para descartar complicaciones. El médico puede recetar antitusivos o broncodilatadores, pero deben usarse con moderación para no afectar la expulsión del esputo.
¿Cómo evitar contagiar a los convivientes en el hogar?El paciente debe usar mascarilla quirúrgica, cubrirse la boca y la nariz al toser con un pañuelo o el antebrazo, y mantener una distancia de al menos 1 metro con los demás. Los utensilios de comida y las toallas usados deben lavarse por separado. El ambiente debe limpiarse diariamente con agua con blanqueador diluido. Los cuidadores deben lavarse las manos cuidadosamente después de tocar al paciente, y los contactos en alto riesgo pueden consultar al médico sobre la medicación preventiva.