El diagnóstico de la enfermedad arterial periférica requiere integrar la evaluación clínica, estudios de imagen y datos de laboratorio para determinar con precisión el grado de obstrucción arterial y la evolución de la enfermedad. Los médicos generalmente comienzan con una historia clínica detallada y un examen físico para confirmar si el paciente presenta síntomas típicos como claudicación intermitente en las extremidades inferiores, frío en las extremidades, entre otros. Luego, en función de los factores de riesgo (como edad avanzada, diabetes, tabaquismo), se realizan pruebas adicionales para localizar y evaluar la gravedad del estrechamiento o bloqueo arterial.
El proceso diagnóstico debe equilibrar sensibilidad y especificidad, asegurando que no se omitan pacientes de alto riesgo y evitando depender excesivamente de procedimientos invasivos. Tecnologías modernas como el ultrasonido Doppler y la angiografía por tomografía computarizada (TC) pueden proporcionar imágenes tridimensionales de la estructura arterial, complementadas con indicadores hemodinámicos (como el índice tobillo-brazo), que ayudan a diferenciar la arteriosclerosis de otras enfermedades con síntomas similares. Un diagnóstico precoz puede prevenir complicaciones graves como necrosis, infarto de miocardio, por lo que la estrategia diagnóstica debe buscar un equilibrio entre precisión y eficiencia.
La evaluación clínica es fundamental en el diagnóstico. El médico primero recopila la historia del paciente, especialmente la naturaleza del dolor en las extremidades inferiores y los factores desencadenantes. La claudicación intermitente típicamente se presenta como dolor en las pantorrillas o glúteos al caminar, que se alivia con el descanso, relacionado con mecanismos biológicos de isquemia arterial. El médico registra la intensidad, duración y relación con la actividad del dolor, además de evaluar signos de insuficiencia circulatoria como debilidad, úlceras cutáneas o pérdida de vello en las extremidades.
Durante el examen físico, se miden las presiones arteriales en las extremidades y se comparan las diferencias entre brazos y piernas. Los pulsos en las áreas afectadas pueden ser débiles o ausentes, por ejemplo, en el dorso del pie o en la arteria poplítea. La temperatura de la piel, el color y la cicatrización de heridas también reflejan el estado de perfusión tisular. La presencia de úlceras en los pies sin signos evidentes de infección debe hacer sospechar enfermedad arterial periférica como causa de isquemia crónica.
El índice tobillo-brazo (ABI) es la prueba no invasiva de primera línea, basada en comparar las presiones en las extremidades inferiores y superiores. Un ABI normal oscila entre 0.9 y 1.3; valores por debajo de 0.8 indican obstrucción moderada, y por debajo de 0.5, isquemia severa que requiere atención inmediata. Esta prueba permite un cribado rápido de pacientes de alto riesgo, aunque en diabéticos, donde la arteriosclerosis puede ser diseminada, los resultados pueden ser falsamente normales.
En estudios de imagen, el ultrasonido Doppler revela la ubicación exacta y la velocidad del flujo sanguíneo en las arterias estrechadas, y la imagen en color Doppler puede mostrar la morfología de las placas. La angiografía por tomografía computarizada (CTA) y la angiografía por resonancia magnética (ARM) permiten reconstrucciones tridimensionales del árbol vascular, ayudando a decidir sobre intervenciones quirúrgicas. Aunque la angiografía invasiva es precisa, se reserva para casos complejos o evaluación preoperatoria debido a su carácter invasivo.
Las herramientas de cribado combinan cuestionarios simples y biomarcadores. El sistema de puntuación Williamson integra factores como edad, sexo y presión arterial para predecir la probabilidad de desarrollar enfermedad arterial periférica en 10 años. El ABI, por su bajo costo y rapidez, se recomienda como prueba de rutina en fumadores y diabéticos por la Sociedad Americana de Cardiología. Biomarcadores como la proteína C reactiva plasmática y la fibrinógeno pueden indicar actividad inflamatoria, aunque aún no sustituyen a las técnicas de imagen como método principal.
Las herramientas de estratificación de riesgo, como el sistema LEAD (Limb Extremity Artery Disease), clasifican a los pacientes en leve, moderado o severo según la extensión de la obstrucción arterial, ayudando a definir el tratamiento. Los dispositivos de monitoreo domiciliario, como los medidores de velocidad de conducción del pulso, aunque aún no son comunes, pueden ser útiles para seguimiento a largo plazo en grupos de alto riesgo. Durante el cribado, es importante considerar que en pacientes obesos o diabéticos, la arteriosclerosis puede estar diseminada y afectar los resultados del ABI, requiriendo pruebas adicionales para confirmación.
El diagnóstico diferencial debe excluir otras causas de dolor en las extremidades inferiores. La claudicación neurogénica (como en estenosis espinal) y la artritis pueden confundirse con la claudicación intermitente, por lo que se requiere evaluación neurológica y radiografías articulares. La tromboflebitis superficial presenta enrojecimiento, hinchazón y calor, pero el dolor se concentra en las venas superficiales, diferente del dolor muscular inducido por isquemia arterial. Las úlceras en pies diabéticos pueden tener componentes de neuropatía y isquemia, por lo que la evaluación conjunta con Doppler y pruebas sensoriales es esencial.
La insuficiencia venosa crónica puede causar hinchazón y pigmentación, pero el dolor suele empeorar con el estar de pie prolongado, distinto del dolor por isquemia arterial inducido por ejercicio. La arteriosclerosis severa puede coexistir con osteoartritis de cadera, que requiere confirmación mediante angiografía. Es importante distinguir entre estas condiciones, considerando la cronología de los síntomas, ya que la embolia arterial suele ser aguda, mientras que la artritis es progresiva y crónica.
El diagnóstico temprano permite intervenciones oportunas para retrasar el avance de la arteriosclerosis y reducir el riesgo de amputación. El cribado con ABI puede detectar estrechamientos leves asintomáticos, y combinado con medicamentos reductores de lípidos y terapias de angiogénesis, puede mejorar significativamente los indicadores hemodinámicos. El uso precoz de antiplaquetarios y angioplastias puede disminuir el riesgo de infarto y accidente cerebrovascular, ya que la enfermedad arterial periférica suele coexistir con patologías cardiovasculares y cerebrovasculares.
El diagnóstico en etapas tempranas también puede incluir evaluación genética y seguimiento familiar en casos de arteriosclerosis precoz. Estudios muestran que por cada 0.1 que disminuye el ABI, la mortalidad cardiovascular aumenta en un 12%. La detección temprana, combinada con cambios en el estilo de vida como dejar de fumar y realizar ejercicio aeróbico, puede prevenir la progresión de la enfermedad. Los equipos médicos suelen combinar estudios de imagen y biomarcadores sanguíneos para crear modelos de evaluación de riesgo personalizados, mejorando la precisión diagnóstica.
El médico generalmente sospecha de esta enfermedad ante síntomas como «claudicación intermitente» (dolor en las piernas al caminar que se alivia con el descanso), frío en las extremidades inferiores, úlceras cutáneas de difícil cicatrización, entre otros. La presencia de hipertensión, hipercolesterolemia o diabetes también aumenta la sospecha.
¿Es necesario realizar procedimientos invasivos para diagnosticar la enfermedad arterial periférica?La mayoría de los diagnósticos se pueden realizar mediante estudios no invasivos, como el índice tobillo-brazo (ABI) o ultrasonido Doppler. Solo en casos complejos, donde se requiere confirmar la localización exacta del bloqueo vascular, se recurre a angiografías u otros procedimientos invasivos.
¿Cómo influye el historial familiar en el diagnóstico de la enfermedad arterial periférica?Si hay antecedentes familiares de enfermedades cardiovasculares o enfermedad arterial periférica en edades tempranas, el médico puede recomendar exámenes preventivos y evaluar más cuidadosamente los factores de riesgo y hábitos de vida para detectar posibles problemas en etapas iniciales.
¿Los síntomas de la enfermedad arterial periférica pueden confundirse con otros problemas?Sí, muchos pacientes atribuyen el dolor en las piernas a envejecimiento natural o artritis, ignorando la posibilidad de obstrucción vascular. Ante síntomas recurrentes relacionados con la actividad, se recomienda buscar evaluación especializada.
¿Qué hábitos de vida pueden afectar la precisión del diagnóstico?El tabaquismo, la hiperglucemia y la hipercolesterolemia pueden agravar las lesiones vasculares. Aunque estos factores se consideran en la evaluación general, no afectan directamente la precisión de las pruebas, pero es importante que el paciente informe con sinceridad su historia clínica para una interpretación correcta de los resultados.