La gota es una enfermedad crónica estrechamente relacionada con alteraciones en el metabolismo del ácido úrico, caracterizada principalmente por ataques agudos de artritis y hiperuricemia a largo plazo. Esta enfermedad ha ido en aumento en la sociedad moderna, vinculada estrechamente con hábitos alimenticios, estilos de vida y factores genéticos. La clave de la gota radica en la concentración excesiva de ácido úrico en el cuerpo, lo que provoca la cristalización de urato en las articulaciones o tejidos circundantes, desencadenando una respuesta inflamatoria que causa dolor intenso e hinchazón.
Según estudios médicos, el mecanismo de la enfermedad implica un desequilibrio en el metabolismo del ácido úrico, que puede ser causado por una producción excesiva o una eliminación insuficiente. Factores comunes en la actualidad, como una dieta rica en purinas, obesidad y síndrome metabólico, agravan el problema. Un diagnóstico y tratamiento tempranos no solo alivian los síntomas agudos, sino que también reducen efectivamente el riesgo de daño articular y complicaciones. Comprender la visión completa de la gota ayuda a los pacientes y al equipo médico a desarrollar estrategias de manejo a largo plazo.
La causa principal de la gota es la alteración en el metabolismo del ácido úrico, que conduce a niveles elevados de urato en la sangre (hiperuricemia). El ácido úrico es el producto final del metabolismo de las purinas, que normalmente se elimina a través de los riñones. Cuando se produce en exceso o se elimina insuficientemente, el ácido úrico en exceso forma cristales de urato que se depositan en las articulaciones o tejidos blandos, provocando una respuesta inflamatoria del sistema inmunológico.
Los factores genéticos juegan un papel clave en la aparición de la gota. Aproximadamente del 10 al 20% de los pacientes tienen antecedentes familiares, y las diferencias genéticas pueden afectar la capacidad renal para eliminar el ácido úrico. Además, el género y la edad son factores de riesgo importantes: los hombres tienen una mayor incidencia entre los 30 y 50 años, mientras que en las mujeres el riesgo aumenta después de la menopausia. La obesidad, el consumo excesivo de alcohol (especialmente cerveza), dietas altas en purinas (como vísceras y mariscos) y ciertos medicamentos (como diuréticos) pueden desencadenar ataques de gota.
El síntoma más típico de la gota es la aparición repentina de artritis aguda, comúnmente en la base del dedo gordo del pie (articulación del pie), pero también puede afectar el tobillo, la rodilla o los dedos. Durante un ataque, el paciente experimenta dolor intenso en la articulación afectada, que a menudo despierta en medio de la noche debido al dolor. La articulación se presenta enrojecida, hinchada, caliente y dolorosa al tacto; en casos severos, incluso una ligera presión (como el contacto con la sábana) puede causar molestias intensas.
Los episodios agudos suelen durar de 3 a 10 días, pero si no se tratan adecuadamente, la frecuencia y duración de los ataques pueden aumentar progresivamente. Los pacientes con gota crónica pueden presentar nódulos blancos (tophi) en la oreja, alrededor de las articulaciones o debajo de la piel, que son signos evidentes de acumulación prolongada de cristales de urato. Algunos pacientes también pueden experimentar síntomas sistémicos como fiebre, fatiga o leucocitosis leve.
El diagnóstico de la gota requiere la combinación de síntomas clínicos, análisis de laboratorio y resultados de imágenes. El médico generalmente realiza un examen físico para evaluar signos inflamatorios como enrojecimiento, hinchazón y calor en la articulación afectada. La prueba de sangre mide la concentración de ácido úrico en suero, pero debe tenerse en cuenta que durante un ataque agudo, los niveles pueden disminuir temporalmente debido a la respuesta inflamatoria, por lo que se recomienda realizar la medición varias semanas después del episodio para obtener un valor de referencia preciso.
El análisis clave es la aspiración del líquido articular, que permite la observación de cristales de urato monosódico mediante microscopía de luz polarizada, que presenta doble refracción. Las radiografías pueden mostrar cambios óseos en la fase crónica, como erosiones en forma de cavidad o osteoporosis. La ecografía o la tomografía computarizada de doble energía (DECT) pueden detectar depósitos de cristales en etapas tempranas, mejorando la precisión diagnóstica.
Según los criterios diagnósticos de la Sociedad de Reumatología de EE. UU. de 2015, se puede confirmar el diagnóstico si se cumple alguna de las siguientes condiciones:
El tratamiento de la gota se divide en dos grandes áreas: «Control en fase aguda» y «Manejo a largo plazo del ácido úrico». Durante un ataque agudo, el objetivo principal es aliviar el dolor y reducir la inflamación, utilizando medicamentos como antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), colchicina o corticosteroides. La elección de estos medicamentos debe hacerse considerando la salud cardiovascular y renal del paciente, por ejemplo, los pacientes con insuficiencia renal deben usar con precaución los AINEs.
El manejo a largo plazo busca reducir la concentración de ácido úrico en sangre a un valor objetivo (generalmente <6 mg/dL), mediante medicamentos como:
El cambio en el estilo de vida es fundamental en el tratamiento, incluyendo:
La prevención efectiva de los ataques de gota requiere abordar múltiples aspectos. La dieta es clave: se recomienda una alimentación baja en purinas, aumentando el consumo de productos lácteos bajos en grasa, verduras (como cerezas y espinacas). La suplementación con vitamina C (500-1500 mg/día) puede ayudar a reducir la frecuencia de los ataques, siempre bajo supervisión médica.
El ejercicio regular y el control del peso pueden reducir significativamente el riesgo de ataques. Se recomienda al menos 150 minutos de ejercicio aeróbico de intensidad moderada por semana, evitando la pérdida de peso rápida que puede alterar el metabolismo. El consumo de alcohol debe ser moderado, especialmente la cerveza, que contiene purinas nucleotídicas y puede inhibir la excreción de urato. La monitorización periódica de los niveles de ácido úrico en sangre, especialmente en personas con antecedentes familiares, es recomendable a partir de los 40 años.
Establecer los siguientes hábitos diarios puede reducir el riesgo de ataques:
Debe acudir al médico inmediatamente si presenta:
En la fase crónica, si se observan nódulos en la oreja o alrededor de las articulaciones, o si las pruebas de orina muestran cristales de urato, se requiere evaluación especializada.
También se deben realizar seguimientos periódicos en los siguientes casos:
El médico puede realizar pruebas de tasa de excreción de urato o medición de 24 horas de urato en orina para diseñar un plan de tratamiento personalizado.
Debe acudir a urgencias si presenta:
Sí, estudios muestran que consumir diariamente leche o yogur bajos en grasa puede reducir los niveles de ácido úrico en sangre. Las proteínas y el calcio en los productos lácteos pueden facilitar la eliminación de urato, por lo que se recomienda incluirlos en la dieta diaria de los pacientes con gota, evitando productos altos en grasa o con azúcares añadidos.
¿Es necesario suspender todos los medicamentos para reducir el ácido úrico durante un ataque agudo?No. Durante un ataque, se deben seguir tomando los medicamentos prescritos por el médico, como alopurinol, pero acompañados de antiinflamatorios o colchicina para aliviar los síntomas. La suspensión repentina puede causar fluctuaciones en los niveles de ácido úrico y desencadenar ataques más severos, por lo que siempre se debe seguir la indicación médica para ajustar la medicación.
¿Los pacientes con gota intermitente necesitan tomar medicamentos a largo plazo?Depende de la gravedad de la enfermedad. Si la hiperuricemia persiste o hay presencia de cálculos renales o daño articular, el médico puede recomendar un tratamiento prolongado para prevenir recaídas. En casos leves, puede priorizarse el control dietético y la monitorización periódica antes de decidir si se requiere medicación.
¿Qué precauciones deben tomar si hay dolor en los dedos o articulaciones durante el ejercicio?Se recomienda optar por ejercicios de bajo impacto, como natación o ciclismo, y evitar correr o actividades que impliquen carga excesiva en las articulaciones. Durante un ataque agudo, se debe suspender la actividad física y, una vez que los síntomas mejoren, realizar rehabilitación acuática para recuperar gradualmente la movilidad, usando calzado cómodo para reducir la presión en las articulaciones.
¿Un ataque recurrente de gota en corto tiempo significa que el tratamiento ha fallado?No necesariamente. Puede estar relacionado con la forma en que se administra la medicación o con el estilo de vida. En las primeras fases del tratamiento, los ataques pueden ser provocados por la movilización de cristales de urato, en cuyo caso el médico puede ajustar la dosis o añadir medicamentos que inhiban su movimiento. La dieta alta en purinas, la deshidratación o el consumo excesivo de alcohol también contribuyen a recurrencias, por lo que es importante modificar los hábitos de vida.