Resumen sobre la gripe

La gripe (Influenza) es una enfermedad infecciosa respiratoria aguda causada por el virus de la influenza, altamente contagiosa y que provoca millones de infecciones en todo el mundo cada año. Esta enfermedad es diferente del resfriado común, caracterizada por un inicio súbito, síntomas sistémicos evidentes y, en casos graves, puede conducir a complicaciones o incluso poner en peligro la vida. Según la Organización Mundial de la Salud, la mortalidad global anual por enfermedades relacionadas con la influenza puede alcanzar entre 300,000 y 500,000 personas, destacando su importancia en la salud pública.

Los virus de la influenza se clasifican principalmente en tipos A, B y C, siendo el tipo A el que con mayor frecuencia provoca pandemias debido a su frecuente variación genética. La transmisión principal es por gotas respiratorias, cuando un paciente tose o estornuda, liberando partículas virales que pueden permanecer en el aire, y las personas pueden infectarse al inhalarlas. Además, el contacto con superficies contaminadas y luego tocarse la boca o la nariz también puede causar infección.

La influenza presenta un patrón estacional claro: en regiones templadas, suele estallar en invierno, mientras que en zonas tropicales puede estar presente durante todo el año. La medicina moderna ha desarrollado diversos antivirales y vacunas, pero la rápida variación del virus sigue siendo un desafío para los sistemas de salud pública. Comprender las causas, vías de transmisión y medidas preventivas de la influenza es crucial para reducir el riesgo de infección y la gravedad de la enfermedad.

Causas y factores de riesgo

El agente causal de la influenza es el virus de la gripe, que se clasifica en tipos A, B y C. El virus tipo A, debido a fenómenos de recombinación genética en sus antígenos de superficie HA y NA, puede experimentar deriva antigénica, dando lugar a nuevos subtipos. Esta característica hace que la inmunidad generalizada en la población sea limitada, siendo el principal agente en pandemias. El virus tipo B causa epidemias locales, mientras que el tipo C suele presentar síntomas leves.

Los factores de riesgo incluyen la edad: las personas mayores de 65 años tienen un riesgo 5-10 veces mayor de desarrollar neumonía tras la infección debido a la inmunosenescencia. Los pacientes con enfermedades crónicas como cardiopatías, diabetes o inmunodeficiencia tienen más de tres veces mayor probabilidad de complicaciones graves. Las mujeres embarazadas, por cambios fisiológicos, pueden experimentar alteraciones en el sistema respiratorio e inmunológico, lo que puede provocar parto prematuro o eclampsia. Además, los trabajadores de la salud, por contacto frecuente con pacientes, tienen un riesgo 20-30% mayor de infectarse.

Los factores ambientales también juegan un papel clave: las actividades en espacios cerrados (como transporte público y grandes reuniones) aumentan la probabilidad de transmisión. Los ambientes fríos y secos favorecen la supervivencia del virus, y la ventilación deficiente en interiores durante el invierno favorece su propagación. Estudios recientes muestran que la desnutrición o el estrés crónico reducen la capacidad de respuesta de interferones en el cuerpo, aumentando el riesgo de infección en un 20-30%.

Síntomas

Los síntomas típicos de la influenza suelen aparecer de forma súbita e incluyen fiebre superior a 38.3°C (en niños puede llegar a 40°C), dolor de cabeza intenso, dolores musculares y fatiga severa. Estos síntomas pueden empeorar rápidamente en pocas horas, diferenciándose claramente del proceso gradual del resfriado común. La tos generalmente es seca al inicio, con poca expectoración, y puede volverse productiva en días posteriores.

Los síntomas atípicos son más comunes en grupos especiales: los bebés pueden presentar solo rechazo a la alimentación o somnolencia anormal; los ancianos pueden manifestar confusión mental como síntoma principal; los inmunodeprimidos pueden tener patrones febriles atípicos. Algunos casos presentan síntomas gastrointestinales como diarrea o náuseas, con una incidencia en niños de hasta el 15-20%.

Las complicaciones graves incluyen dificultad respiratoria, sensación de opresión en el pecho, náuseas persistentes con vómitos, que pueden ser signos de neumonía bacteriana o síndrome de dificultad respiratoria aguda. En niños, la aparición de piel azulada o frecuencia respiratoria superior a 40 respiraciones por minuto requiere atención médica inmediata. En adultos, la caída de la presión arterial acompañada de sudor frío puede indicar sepsis.

Diagnóstico

El diagnóstico clínico se basa principalmente en la historia clínica, donde el médico indaga sobre la aparición súbita de síntomas, antecedentes de contacto y vacunación. La prueba rápida de antígenos puede dar resultados en 15 minutos, aunque con una sensibilidad del 50-70%, con casos falsos negativos frecuentes. La biología molecular, como la RT-PCR, detecta el ARN viral con una precisión superior al 95%, pero requiere 24-48 horas para obtener resultados.

En laboratorios, la recolección de secreciones nasofaríngeas es el procedimiento estándar, asegurando que la muestra alcance la parte posterior de la nasofaringe para calidad. Las pruebas de anticuerpos se usan en estudios epidemiológicos, pero tienen limitada utilidad en diagnósticos individuales. Recientemente, los kits de prueba rápida en el punto de atención pueden detectar simultáneamente virus de tipos A y B y virus respiratorio sincitial, ayudando a diferenciar los patógenos.

Los pacientes graves deben someterse a radiografía de tórax para descartar neumonía, y los análisis de sangre pueden mostrar leucocitos normales o disminuidos, con elevación de la proteína C reactiva, lo que sugiere posible infección bacteriana. En áreas con recursos limitados, los médicos suelen basarse en la tríada clínica (fiebre aguda + dolores musculares + síntomas respiratorios) para un diagnóstico preliminar, con una precisión de aproximadamente el 70-80%.

Opciones de tratamiento

El tratamiento de soporte es fundamental, incluyendo antipiréticos (como paracetamol) para controlar la fiebre, y la reposición de electrolitos para prevenir la deshidratación. Los analgésicos no esteroideos pueden aliviar dolores musculares, pero se debe tener cuidado con efectos gastrointestinales. Los casos severos de deshidratación pueden requerir fluidoterapia intravenosa, con una tasa de hospitalización del 5-10%.

Los antivirales como oseltamivir deben administrarse dentro de las 48 horas del inicio de los síntomas para ser efectivos, acortando la duración de la enfermedad en 1-2 días y reduciendo riesgos de complicaciones. Zanamivir, administrado por inhalación, es adecuado para pacientes que no pueden tomar medicamentos orales. Los inmunoglobulinas tienen valor preventivo en grupos de alto riesgo, pero deben usarse con precaución por posibles reacciones alérgicas.

El tratamiento de las complicaciones debe ser específico: la neumonía bacteriana requiere antibióticos, y los pacientes con insuficiencia respiratoria pueden necesitar oxigenoterapia de alto flujo o soporte ventilatorio. El cuidado de soporte incluye descanso adecuado, mantener la humedad en ambientes cerrados, y el uso de humidificadores para aliviar molestias respiratorias. La medicina tradicional china, como la sudoración terapéutica, debe usarse con precaución, ya que en casos de fiebre alta no se recomienda el uso excesivo de medicamentos que provoquen sudoración y pérdida de líquidos.

Prevención

La vacunación es la principal estrategia preventiva, con vacunas actualizadas anualmente que contienen los antígenos HA de la temporada. La protección se desarrolla aproximadamente en dos semanas, con una eficacia de alrededor del 40-60%, pero reduce significativamente los casos graves. Se recomienda la vacunación para todas las personas mayores de 6 meses, especialmente embarazadas, pacientes con enfermedades crónicas y personal sanitario.

Las medidas no farmacológicas incluyen lavado frecuente de manos y uso de mascarillas. El lavado correcto requiere al menos 20 segundos con jabón, y los desinfectantes con alcohol al 60% son una alternativa. Las medidas de aislamiento en lugares públicos, como cubrirse la boca y la nariz con el codo al toser, pueden reducir la transmisión en un 30-50%. Después del contacto con pacientes, las medidas de aislamiento incluyen habitaciones individuales y equipo de protección personal.

En cuanto a la prevención farmacológica, los grupos de alto riesgo que han estado en contacto con casos confirmados pueden usar oseltamivir como profilaxis, comenzando dentro de las 48 horas posteriores al contacto y continuando durante 7-10 días. La inmunización colectiva requiere una tasa de vacunación superior al 70% para crear una inmunidad de grupo efectiva que bloquee la propagación. Las nuevas vacunas de ARN mensajero contra la influenza están en desarrollo y se espera que mejoren la cobertura antigénica.

¿Cuándo deberías consultar a un médico?

Debe acudir a un médico de inmediato si presenta síntomas de advertencia como: fiebre que dura más de 3 días sin disminuir, signos de deshidratación tras líquidos intravenosos (como disminución de la producción de orina o sequedad bucal). La frecuencia respiratoria superior a la normal en adultos (>24 respiraciones por minuto) o en niños (>30) y la saturación de oxígeno por debajo del 95% requieren evaluación urgente. Dolor en el pecho con dificultad respiratoria, confusión o convulsiones también son indicios de emergencia.

Los grupos especiales deben tener un umbral más bajo para buscar atención: bebés menores de 6 meses con cualquier síntoma de influenza, ya que no pueden vacunarse. Pacientes con enfermedades cardíacas o pulmonares en exacerbación, como aumento de la angina o disminución de oxígeno, deben considerarse emergencias. Los inmunodeprimidos, incluso con síntomas leves, deben acudir pronto, ya que tienen un riesgo 4-6 veces mayor de complicaciones.

Si la medicación no funciona, se debe consultar nuevamente: si la fiebre persiste después de tomar antipiréticos o si los síntomas empeoran tras una mejoría. En niños, la presencia de síntomas premonitorios de síndrome de Reye (vómitos inexplicables, alteración del estado mental tras fiebre) requiere atención inmediata. En ancianos, cambios agudos en la función cognitiva o alteraciones en la marcha deben descartar complicaciones como encefalitis o deshidratación severa.

 

Preguntas frecuentes

¿Cómo puedo diferenciar entre la gripe y el resfriado común en términos de gravedad?

La gripe generalmente presenta un inicio súbito con fiebre alta (más de 39°C), dolores corporales intensos y fatiga extrema, y su progresión suele ser rápida. La presencia de dificultad respiratoria, dolor en el pecho o alteración del estado mental requiere atención médica inmediata, ya que puede indicar complicaciones graves como neumonía o encefalitis.

¿Significa que la vacuna contra la influenza no es efectiva si aún me infecto?

La eficacia de la vacuna contra la influenza es aproximadamente del 40-60%, dependiendo de la coincidencia con los virus circulantes. Aunque se infecte, la vacunación reduce el riesgo de complicaciones graves y hospitalización. Se recomienda vacunarse anualmente para mantener la inmunidad.

¿Qué alimentos debo evitar durante la fiebre para acelerar la recuperación?

Se deben reducir los alimentos grasos, azucarados y procesados, ya que pueden aumentar la inflamación. Es recomendable consumir vitamina C (naranjas, pimientos rojos), proteínas de alta calidad (pechuga de pollo, tofu) y sopas suaves, además de mantener una adecuada ingesta de líquidos y nutrientes.

¿Cuándo puedo volver a hacer ejercicio intenso tras recuperarme de la gripe?

Es recomendable descansar al menos 3-7 días después de que los síntomas desaparezcan, evitando sobrecargar el corazón y los pulmones. Retomar el ejercicio demasiado pronto puede provocar miocarditis u otras complicaciones. Antes de volver a la actividad física, consulte a su médico y aumente la intensidad progresivamente.

¿Cómo reducir el riesgo de contagio tras haber estado en contacto con un paciente con gripe?

Dentro de las 48 horas posteriores al contacto, puede consultar a un médico sobre el uso de antivirales (como oseltamivir) como profilaxis, y reforzar la higiene de manos y la desinfección del entorno. Si aparecen síntomas, use mascarilla y evite salir en público para bloquear la cadena de transmisión.

Flu