La varicela es una enfermedad infecciosa causada por el virus de la varicela-zóster, cuyo objetivo en el tratamiento es aliviar los síntomas, prevenir complicaciones y acortar la duración de la enfermedad. La estrategia terapéutica generalmente combina medicamentos y métodos no farmacológicos, adaptándose a la edad del paciente, la gravedad de los síntomas y su estado de salud general.
Los pacientes con síntomas leves pueden recuperarse solo con cuidados en el hogar y manejo de los síntomas, mientras que aquellos con inmunodeficiencia requieren intervenciones médicas más activas. La clave del tratamiento radica en controlar la inflamación cutánea, prevenir infecciones secundarias y aliviar la fiebre, picazón y otras molestias.
Actualmente, el tratamiento de la varicela se divide en terapias farmacológicas y terapias de soporte. La terapia farmacológica se centra en medicamentos antivirales, complementados con antipiréticos y antipruriginosos; las terapias de soporte incluyen cuidado de la piel, ajustes en el entorno y cambios en los hábitos de vida. La estrategia de tratamiento debe ajustarse según la edad y el estado inmunológico del paciente, por ejemplo, los bebés y adultos pueden requerir una monitorización médica más cercana.
En cuanto a la elección de medicamentos, los antivirales como el aciclovir se consideran la primera línea de tratamiento para pacientes de alto riesgo, mientras que el manejo de síntomas se enfoca en aliviar la fiebre, la picazón y evitar infecciones cutáneas por rascarse. Los métodos no farmacológicos incluyen compresas frías, ropa transpirable y mantener el ambiente limpio, lo cual puede reducir efectivamente el riesgo de complicaciones.
El tratamiento farmacológico se divide principalmente en antivirales y medicamentos para aliviar los síntomas. Los antivirales deben usarse dentro de las 72 horas posteriores a la aparición de los síntomas para maximizar su eficacia, como el aciclovir, que inhibe la replicación viral y se recomienda para grupos de alto riesgo como adultos, adolescentes y personas inmunodeprimidas. Estos medicamentos deben usarse bajo supervisión médica y pueden causar efectos secundarios leves como náuseas o dolor de cabeza.
Los medicamentos para aliviar los síntomas incluyen analgésicos antipiréticos y antihistamínicos. El paracetamol puede aliviar la fiebre y dolores musculares, pero se debe tener cuidado con la dosis para evitar daño hepático. Los antihistamínicos como la cetirizina pueden reducir la picazón, aunque pueden causar somnolencia, por lo que se recomienda tomarlos antes de dormir para reducir el impacto en las actividades diarias.
El cuidado de la piel es una parte importante del tratamiento. Mantener la piel limpia y seca reduce el riesgo de infecciones secundarias, se recomienda bañarse con agua tibia y evitar el uso de jabones irritantes. Las pomadas tópicas como la loción de calamina pueden formar una capa protectora y aliviar la picazón, y las compresas frías en las áreas afectadas también pueden aliviar temporalmente las molestias.
El ajuste del entorno es crucial para mejorar los síntomas. Se recomienda que los pacientes usen ropa de algodón holgada para reducir la fricción en la piel, y en la noche, usar guantes de tela para evitar rascarse. El ambiente en el hogar debe mantenerse ventilado y desinfectar regularmente las superficies para reducir la transmisión del virus. Los familiares que contacten con el paciente también deben reforzar las medidas higiénicas.
Las medidas de aislamiento son esenciales para controlar la transmisión, y los pacientes deben evitar acudir a lugares públicos hasta que todas las ampollas se hayan secado y formados costras. En la alimentación, se recomienda consumir líquidos nutritivos o alimentos blandos, ya que las úlceras bucales pueden dificultar la ingesta. Descansar lo suficiente ayuda al sistema inmunológico a combatir el virus, especialmente en adultos, quienes deben evitar el agotamiento excesivo.
El apoyo psicológico es fundamental para aliviar las molestias del paciente. Los niños pueden sentirse ansiosos por las molestias en la piel, por lo que los padres deben usar compresas frías o distraerlos para aliviar su malestar. Los miembros de la familia deben reforzar las prácticas de higiene, como lavarse las manos con frecuencia y cambiar las sábanas regularmente, para bloquear la cadena de transmisión del virus.
Aunque las vacunas existentes pueden prevenir eficazmente la varicela, las opciones de tratamiento para quienes ya están infectados siguen siendo limitadas. Las líneas de investigación incluyen el desarrollo de antivirales orales más efectivos y estrategias para tratar infecciones latentes del virus. La terapia génica podría en el futuro dirigirse específicamente a la expresión genética viral, aunque actualmente aún está en fase experimental.
Los biológicos y las terapias inmunomoduladoras son otro enfoque de investigación, como el uso de anticuerpos monoclonales para bloquear la unión del virus a las células huésped. Los ensayos clínicos están explorando combinaciones de nuevos medicamentos antivirales para reducir el riesgo de resistencia. Estos estudios podrían cambiar los estándares de tratamiento en el futuro, pero actualmente, los tratamientos existentes siguen siendo la base principal.
Se debe acudir a un médico especialista cuando el paciente presenta fiebre persistente, úlceras o supuración en la piel, o complicaciones graves. En adultos, si los síntomas empeoran o aparecen signos de neumonía, encefalitis u otras complicaciones, se debe remitir a un especialista en infecciones o inmunología. Los pacientes inmunodeprimidos, como los con cáncer, deben buscar atención dentro de las 24 horas posteriores a la aparición de los síntomas para evaluar la necesidad de un tratamiento antiviral intensificado.
Las embarazadas infectadas por la varicela pueden enfrentar riesgos graves de complicaciones, por lo que deben ser monitoreadas conjuntamente por obstetras e infectólogos. Si los síntomas no mejoran con el tratamiento habitual o si hay signos de infección cutánea (como enrojecimiento, hinchazón o supuración), se debe acudir inmediatamente a un centro médico para realizar cultivos bacterianos y administrar antibióticos. El seguimiento regular con el médico de cabecera es crucial para prevenir complicaciones a largo plazo.
Se puede aplicar lociones antipruriginosas que contengan óxido de zinc o avena, y mantener la piel limpia y seca. Usar ropa de algodón holgada para reducir la fricción y evitar rascarse para prevenir infecciones o cicatrices. Si la picazón es severa, el médico puede recetar antihistamínicos para aliviarla.
¿Es necesario vacunarse contra la varicela después de recuperarse?Incluso después de haber tenido varicela, se recomienda vacunarse para fortalecer la inmunidad. La vacuna puede reducir el riesgo de desarrollar herpes zóster en el futuro, especialmente en personas con inmunidad comprometida. La mejor época para vacunarse debe ser consultada con un médico.
¿Por qué los pacientes con varicela deben evitar usar aspirina?El uso de aspirina puede desencadenar el síndrome de Reye, una complicación rara pero grave que afecta el hígado y el cerebro. Se recomienda usar paracetamol para reducir la fiebre, siguiendo estrictamente las indicaciones del farmacéutico.
¿Desde cuándo es contagiosa la varicela y cuánto tiempo debe mantenerse el aislamiento?La contagiosidad comienza 1-2 días antes de la aparición de fiebre o erupción cutánea y continúa hasta que todas las lesiones se hayan secado y formado costras, generalmente alrededor de 2 semanas. Los pacientes deben evitar lugares públicos y mantener el aislamiento, especialmente si están en contacto con grupos de alto riesgo como mujeres embarazadas o inmunodeprimidos.
¿Por qué la varicela puede ser más grave en adultos?En adultos, la varicela suele presentar fiebre más prolongada, lesiones más extensas y un mayor riesgo de complicaciones como neumonía y encefalitis. Esto se debe a que el sistema inmunológico de los adultos reacciona con mayor intensidad, por lo que es importante monitorizar cuidadosamente la evolución y seguir las recomendaciones médicas.