La reparación quirúrgica del prolapso rectal es una intervención destinada a tratar la protrusión de la mucosa rectal o de toda la pared rectal hacia afuera. Este procedimiento se recomienda principalmente para pacientes en los que los tratamientos conservadores han fallado o presentan síntomas severos, mediante la reposición y fijación del tejido prolapsado para restaurar la función anal y prevenir complicaciones. La técnica quirúrgica varía según el grado de prolapsos y la edad del paciente, pudiendo realizarse por vía anal o mediante técnicas laparoscópicas, con el objetivo de fortalecer el soporte del esfínter anal y reparar daños en el elevador del ano.
Este método es adecuado para pacientes con prolapso rectal en estadio II o III, especialmente si presentan dificultades en la defecación, sangrado o infecciones. Tras la cirugía, se recomienda combinar terapia física y cambios en el estilo de vida para reducir la recurrencia y mejorar la calidad de vida.
Los principales tipos de cirugía incluyen la fijación rectal transanal (cirugía de Altemeier) y la fijación preperitoneal laparoscópica (cirugía de Delorme). La cirugía transanal implica la extirpación de la mucosa prolapsada y la sutura del tejido, siendo adecuada para pacientes mayores o que no toleran procedimientos mayores. La cirugía laparoscópica, mediante pequeñas incisiones abdominales, repara el elevador del ano, siendo preferida en pacientes jóvenes con prolapso severo.
El mecanismo consiste en reconstruir la anatomía del recto y el suelo pélvico, utilizando bioprótesis para reforzar el soporte tisular o resecar segmentos intestinales redundantes para reducir la presión. Tras la operación, se colocan tampones en el ano durante varios días y se fijan los tejidos con suturas o grapas metálicas para facilitar la cicatrización natural.
Se indica principalmente en casos de prolapso rectal completo y persistente que causa obstrucción en la defecación, infecciones recurrentes o afecta las actividades diarias. Cuando el paciente presenta prolapso severo y los tratamientos no quirúrgicos (como medicamentos o entrenamiento del suelo pélvico) fracasan, se considera la cirugía.
Otras indicaciones incluyen casos complejos con incontinencia anal, hemorroides o prolapso ginecológico. En niños, si el prolapso rectal se debe a defectos congénitos, también puede requerir intervención quirúrgica para evitar afectar el desarrollo.
La cirugía generalmente se realiza bajo anestesia general, con una duración de aproximadamente 1-2 horas para la vía transanal y 3-4 horas para laparoscópica. La hospitalización dura entre 2 y 5 días, y se emplean analgésicos y antibióticos según indicación médica.
El cuidado postoperatorio incluye una dieta rica en fibra, evitar levantar objetos pesados y controles periódicos. No existe un concepto de 'dosis', pero la recuperación varía significativamente según el método quirúrgico, por lo que se ajustará el plan de rehabilitación según la condición del paciente.
En comparación con la cirugía abierta tradicional, las técnicas modernas ofrecen menor tamaño de incisión y menos complicaciones. Estudios clínicos muestran que entre el 80-90% de los pacientes experimentan mejoras significativas en los síntomas durante el primer año postoperatorio.
Los principales riesgos incluyen:
Complicaciones graves como fuga intestinal o hemorragia masiva son raras, pero potencialmente mortales. Los pacientes mayores deben vigilar la respuesta cardiovascular y pulmonar a la anestesia, y los obesos pueden tener mayor riesgo de infección.
Las contraindicaciones incluyen diabetes no controlada, trastornos de la coagulación o enfermedades pulmonares o cardíacas severas. Antes de la cirugía, se realiza limpieza intestinal, evaluación cardiopulmonar y colonoscopía para asegurar la aptitud del paciente.
Tras la operación, se deben evitar levantar objetos pesados durante 3 meses y realizar controles regulares de la función anal. Si hay dolor al defecar o sangrado persistente, se debe acudir al médico. Las contraindicaciones absolutas incluyen trastornos graves de coagulación o infecciones sistémicas.
Antes y después de la cirugía, se deben suspender medicamentos anticoagulantes (como aspirina) y administrar antibióticos para prevenir infecciones. Si se realiza también resección de hemorroides, se ajustarán la anestesia y las técnicas de sutura.
En pacientes sometidos a radioterapia o quimioterapia, se debe evaluar el estado inmunológico antes de programar la cirugía. Los medicamentos como los corticosteroides pueden afectar la cicatrización, por lo que se deben discutir las dosis con el médico.
El seguimiento a largo plazo muestra que la tasa de éxito de la cirugía supera el 85%, con una tasa de recurrencia menor al 15% a los 5 años en técnicas laparoscópicas. Estudios confirman que las bioprótesis reducen el riesgo de rotura de suturas, y la cirugía transanal presenta menos complicaciones en pacientes ancianos.
Las guías clínicas recomiendan reservar la cirugía para casos severos, ya que su eficacia supera a la medicación, pero siempre considerando el estado general y los riesgos del paciente.
Los tratamientos no quirúrgicos incluyen:
En casos severos, se puede considerar la reparación del esfínter anal mediante técnicas transanales o la implantación de mallas artificiales, aunque su duración puede ser menor que la cirugía convencional.
¿Qué preparativos debo hacer antes de la cirugía? ¿Qué exámenes son necesarios?
Antes de la operación, se realiza un tacto rectal, colonoscopía y estudios de imagen (como enema opaco o MRI) para evaluar el grado de prolapsos y posibles complicaciones. El paciente debe ayunar y abstenerse de líquidos 12 horas antes, y suspender medicamentos anticoagulantes según indicación médica. Además, es importante informar al médico sobre antecedentes médicos y medicación actual para reducir riesgos anestésicos y quirúrgicos.
¿Cómo aliviar el dolor y la hinchazón después de la cirugía? ¿Qué métodos analgésicos puedo usar?
El dolor postoperatorio puede controlarse con analgésicos prescritos por el médico, como antiinflamatorios no esteroideos o analgésicos suaves. La aplicación de hielo en la zona anal puede reducir la hinchazón, evitando contacto directo con la piel para prevenir quemaduras por frío. El médico puede recomendar baños de asiento con agua tibia para facilitar la circulación y la cicatrización, evitando esfuerzos excesivos al defecar.
¿Cuánto tiempo tarda en volver la función normal de defecar? ¿Cómo debo ajustar mi dieta?
En los primeros días, puede haber estreñimiento debido a la anestesia o molestias en la herida. Se recomienda comenzar a aumentar la ingesta de fibra (cereales integrales, verduras) a partir del segundo o tercer día, acompañada de suficiente ingesta de líquidos. Evitar alimentos picantes y grasos para reducir la irritación intestinal. Al defecar, relajarse y evitar esforzarse; si es necesario, usar laxantes suaves bajo supervisión médica.
¿Qué actividades debo evitar durante la recuperación? ¿Cuándo puedo volver a hacer ejercicio?
Durante las primeras 4 semanas, se deben evitar levantar objetos pesados (más de 5 kg), permanecer sentado por largos períodos o realizar ejercicios intensos para reducir la presión abdominal. Pasear de forma ligera puede comenzar una semana después, incrementando la intensidad progresivamente. La vuelta a correr o levantar pesas suele retrasarse 6-8 semanas, dependiendo de la recuperación individual.
¿Cuál es la tasa de éxito de la reparación del prolapso rectal? ¿Es alta la recurrencia?
Según estudios, la tasa de éxito de la cirugía abierta convencional oscila entre el 70-90%, y las técnicas laparoscópicas o transanales tienen menor tasa de recurrencia a largo plazo, generalmente por debajo del 15%. La adherencia a cambios en el estilo de vida, como evitar esfuerzos y mantener las deposiciones regulares, puede reducir la recurrencia a entre el 10-20%. La realización de controles periódicos ayuda a detectar y tratar precozmente cualquier anomalía.