La suspensión uretral es una cirugía utilizada para tratar la incontinencia urinaria, principalmente dirigida a problemas de fuga involuntaria de orina causados por el debilitamiento de las estructuras de soporte de la uretra. Este procedimiento implica la implantación de materiales artificiales o autógenos para fijar la uretra en su posición correcta y restaurar su función de cierre normal.
Es común en pacientes femeninas con incontinencia de esfuerzo, especialmente en aquellos que presentan síntomas al toser, hacer ejercicio o aumentar la presión abdominal. La técnica quirúrgica varía según el material y la técnica de implantación, y puede seleccionarse la opción más adecuada según la edad del paciente, su estructura anatómica y la gravedad de los síntomas.
Se dividen principalmente en tres tipos:
El mecanismo de la cirugía consiste en reconstruir la posición anatómica de la uretra, mejorando el equilibrio entre la presión interna y externa. Los materiales artificiales pueden formar soportes permanentes o absorbibles, y algunos diseños pueden potenciar la capacidad de control de la vejiga mediante la contracción muscular.
Principalmente indicado para:
El médico evalúa la idoneidad mediante pruebas urodinámicas, flujo urinario, entre otras. Por ejemplo, pacientes con estenosis uretral severa o infecciones crónicas deben tratar primero las condiciones subyacentes antes de programar la cirugía.
La cirugía generalmente se realiza bajo anestesia general, con una duración de aproximadamente 1-2 horas. Los pasos incluyen:
La cantidad y tensión de la correa de suspensión se ajustan según la longitud de la uretra y la laxitud de los tejidos, personalizándose para cada paciente. Por ejemplo, la longitud de la banda TVT suele ser de 10-12 cm, colocada con precisión en la uretra media.
Las principales ventajas incluyen:
El seguimiento a largo plazo muestra que la tasa de éxito a 5 años de la suspensión sin tensión alcanza el 85%, y mejora notablemente la calidad de vida (QOL) de los pacientes. Algunos diseños también abordan síntomas combinados de urgencia y fuga urinaria.
Los riesgos potenciales incluyen:
Complicaciones graves incluyen perforación uretral o daño nervioso, que deben ser realizadas por urólogos experimentados. Algunos pacientes pueden experimentar dificultad para orinar, que puede mejorar con dilatación uretral o ajuste de la correa.
Antes de la cirugía, se deben evaluar:
Las contraindicaciones incluyen:
Si el paciente recibe entrenamiento de los músculos del suelo pélvico o tratamiento farmacológico (como anticolinérgicos), es necesario ajustar los horarios de medicación para evitar interacciones. Por ejemplo, los bloqueadores alfa pueden afectar el flujo urinario y deben reevaluarse después de la cirugía.
Pacientes con antecedentes de radioterapia o cirugías pélvicas pueden tener mayor dificultad debido a adherencias tisulares, por lo que deben informar a su médico. Los materiales artificiales y los implantes metálicos generalmente no interactúan directamente, pero se deben evitar interferencias con resonancias magnéticas debido a la presencia de metales.
Estudios multicéntricos muestran que la tasa de éxito a 3 años con suspensión sin tensión alcanza el 85%, superior al 60% de las técnicas tradicionales. A los 5 años, el 70% de los pacientes aún reporta mejoría de los síntomas, especialmente en casos de incontinencia de esfuerzo al toser o reír.
Ensayos controlados aleatorios confirman que la cirugía TVT mejora significativamente los índices de incontinencia (IIEF) y las puntuaciones de la evaluación internacional de la próstata (IPSS). Sin embargo, la variabilidad individual puede influir en los resultados a largo plazo.
Las opciones no quirúrgicas incluyen:
Otras opciones quirúrgicas incluyen la suspensión de la uretra media (cirugía de Burch) o la implantación de un esfínter artificial, que deben elegirse según la gravedad de las anomalías anatómicas. Por ejemplo, en casos de defectos severos del esfínter, puede ser necesaria una estrategia combinada.
Antes de la operación, se deben realizar pruebas urodinámicas, evaluación de la función vesical y evaluación general de salud para confirmar la indicación y descartar otras enfermedades. Los pacientes deben suspender los anticoagulantes (como aspirina) al menos una semana antes y vaciar la vejiga según las indicaciones médicas. Si tienen diabetes o enfermedades cardíacas o pulmonares, deben controlar sus condiciones hasta estabilizarlas.
¿Qué efectos secundarios comunes pueden ocurrir después de la cirugía y cómo aliviarlo?En el corto plazo, puede haber dificultad para orinar, hematuria o hinchazón perineal, que generalmente desaparecen en 1-2 semanas. Para el dolor intenso, se deben usar analgésicos según indicaciones médicas; si la hemorragia persiste más de 3 días o hay fiebre, se debe consultar inmediatamente. A largo plazo, puede afectar la función uretral, por lo que se recomienda seguimiento regular de la función de la vejiga.
¿Cuánto tiempo tarda en recuperarse la actividad diaria y qué movimientos se deben evitar?Por lo general, se recomienda reposo de 3-5 días y luego reanudación gradual de actividades ligeras, como caminar, pero se deben evitar levantar objetos pesados, permanecer sentado por largos períodos o realizar ejercicio intenso durante al menos 4 semanas. Levantar objetos pesados puede tirar de la correa de suspensión y desplazarla, por lo que se debe esperar 6 semanas y consultar al médico antes de volver a la actividad normal.
¿De qué factores depende el éxito de la cirugía y cómo mejorar los resultados?La tasa de éxito es aproximadamente del 70-90%, y depende de la edad del paciente, el tipo de incontinencia y la duración de los síntomas. La incontinencia de esfuerzo severa o antecedentes de cirugías pélvicas pueden reducir la tasa de éxito. Después de la cirugía, es importante realizar ejercicios de suelo pélvico, controlar el peso y evitar acciones que aumenten la presión abdominal para prolongar los beneficios.
¿Es posible realizar otra intervención si la primera no fue efectiva?En caso de desplazamiento de la correa o atrofia de los tejidos, se puede considerar una segunda cirugía para ajustar la posición de la suspensión o cambiar a otros tratamientos, como la implantación de un esfínter artificial. Sin embargo, la cirugía repetida tiene mayores riesgos y debe evaluarse cuidadosamente según la salud general y la gravedad de la incontinencia del paciente.