La vacunación es una medida médica preventiva que consiste en introducir antígenos en el cuerpo mediante inyección o inhalación, con el objetivo principal de estimular el sistema inmunológico para producir anticuerpos específicos y así establecer una protección inmunitaria activa contra enfermedades infecciosas específicas. Desde su desarrollo a finales del siglo XVIII, esta estrategia se ha convertido en una de las principales herramientas de los sistemas de salud pública para combatir las enfermedades infecciosas en todo el mundo. Actualmente, las tecnologías vacunales no solo incluyen vacunas tradicionales inactivadas, sino también formas innovadoras como las vacunas de ARNm y vectores virales, adecuadas para diferentes grupos de edad y condiciones de salud.
Su valor fundamental radica en lograr la inmunidad de grupo mediante la vacunación individual, bloqueando eficazmente la cadena de transmisión de las enfermedades infecciosas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los países elaboren planes de vacunación periódicos basados en datos epidemiológicos y desarrollen rápidamente vacunas específicas para nuevas enfermedades infecciosas. Este método no requiere procedimientos invasivos, presenta un alto nivel de seguridad y una excelente relación costo-beneficio, siendo considerado un pilar de la salud pública.
Las vacunas se clasifican principalmente en vacunas inactivadas, vivas atenuadas, subunidades proteicas, vacunas de ARNm y vacunas de vectores virales. Las vacunas inactivadas contienen patógenos que han perdido su capacidad de infectar, induciendo de manera segura respuestas inmunitarias celulares y humorales; las vacunas de ARNm utilizan nanopartículas lipídicas para transportar ARN que codifica proteínas del patógeno, promoviendo la producción de antígenos en las células del huésped para entrenar al sistema inmunológico. Tras la vacunación, los componentes antigénicos son procesados por células presentadoras de antígenos, activando mecanismos de reconocimiento y memoria en linfocitos B y T.
Las vacunas de próxima generación, como las vacunas de subunidades proteicas, utilizan directamente proteínas clave en la superficie del patógeno, evitando los riesgos asociados a virus vivos. La administración de dosis de refuerzo (Booster Dose) responde a la disminución de anticuerpos, estimulando nuevamente las células de memoria para restaurar la protección. Grupos especiales, como pacientes inmunodeprimidos, pueden requerir ajustes en la frecuencia y dosis de vacunación.
Las vacunas se utilizan principalmente para prevenir enfermedades infecciosas virales y bacterianas, incluyendo influenza, COVID-19, tétanos, tos ferina, virus del papiloma humano (VPH) y varicela. Los programas de vacunación rutinarios en niños incluyen vacunas contra Haemophilus influenzae tipo b (Hib), rotavirus, entre otras, mientras que los adultos deben recibir vacunas preventivas contra la rabia y herpes zóster. Grupos especiales como profesionales de la salud o viajeros internacionales pueden necesitar vacunas adicionales contra fiebre amarilla o encefalitis japonesa.
Vacunas experimentales contra el virus del Zika están en fase de ensayos clínicos, y las vacunas terapéuticas contra el cáncer están en desarrollo avanzado. Para grupos de alto riesgo, la estrategia de vacunación personalizada basada en la tipificación genética, como la priorización en la vacunación contra meningococo en ciertos grupos sanguíneos, está en aumento.
Las vías de administración incluyen inyección intramuscular, subcutánea y inhalación por aerosol. En niños, las vacunas rutinarias generalmente se administran en el músculo del muslo, mientras que en adultos, la vacuna contra la gripe se aplica en el deltoides del brazo. La dosis se calcula según la edad, peso y tipo de vacuna; por ejemplo, la vacunación básica contra COVID-19 con ARNm consiste en dos dosis con un intervalo de 3 a 8 semanas, y las personas mayores de 65 años pueden requerir dosis de refuerzo para aumentar la protección.
Las consideraciones especiales incluyen que los recién nacidos prematuros deben recibir la vacuna según su edad corregida, y los inmunodeprimidos pueden necesitar dosis o frecuencias aumentadas. Las mujeres embarazadas deben seguir las directrices más recientes del Ministerio de Salud, como la administración de la vacuna BNT durante el tercer trimestre para proporcionar inmunidad pasiva al feto. Las pacientes con enfermedades autoinmunes deben consultar con su médico antes de recibir vacunas vivas, evaluando el uso de medicamentos concomitantes.
En términos económicos, el costo de prevenir con vacunas es más de cien veces menor que el tratamiento posterior. Las tecnologías nuevas, como la plataforma de ARNm, permiten desarrollar rápidamente vacunas contra variantes emergentes; en 2023, el ciclo de desarrollo de vacunas específicas contra Omicron se redujo a menos de 6 meses. Para pacientes con enfermedades crónicas, la vacunación contra neumococos reduce las hospitalizaciones en un 40%.
Las reacciones locales comunes incluyen enrojecimiento, dolor en el sitio de inyección y fiebre leve, con una incidencia del 10-15%, que generalmente desaparecen en 24-48 horas. Las reacciones alérgicas graves, como anafilaxia, son raras, con una tasa inferior a cinco casos por millón de dosis, y los centros de vacunación están equipados con adrenalina y otros equipos de emergencia. Las vacunas de ARNm pueden aumentar el riesgo de miocarditis, aunque la incidencia es menor a una en mil, siendo más frecuente en hombres adolescentes tras la segunda dosis.
Estudios a largo plazo muestran que la vacunación adecuada no está relacionada con enfermedades autoinmunes ni con efectos adversos graves. Los datos de seguimiento en 2023 indican que la tasa de eventos neurológicos tras la vacunación no difiere significativamente del valor basal. Personas con antecedentes de alergias severas deben vacunarse bajo supervisión médica y observarse durante 30 minutos después de la administración para detectar reacciones agudas.
Las contraindicaciones absolutas incluyen alergia grave a componentes de la vacuna (como en el caso de alergia a la proteína del tétanos en vacunas DTaP) y antecedentes de reacciones alérgicas inmediatas. Las contraindicaciones relativas incluyen fiebre aguda (temperatura >38.5°C), inmunosupresión activa (como tratamiento con altas dosis de corticosteroides) y prematuros con peso inferior a 1500 g. Las mujeres embarazadas deben evaluar la vacunación según el tipo de vacuna; por ejemplo, la vacuna inactivada contra la poliomielitis (IPV) es segura, mientras que la vacuna viva contra la fiebre amarilla debe posponerse hasta después del parto.
Antes de la vacunación, se debe informar al médico sobre antecedentes de reacciones vacunales, control de enfermedades crónicas y medicamentos recientes. En casos especiales, como portadores de VIH con conteo de células CD4+ por debajo de 200/μL, se debe evitar la vacunación con vacunas vivas atenuadas. Después de la vacunación, se recomienda evitar ejercicio intenso durante 24 horas para reducir el riesgo de reacciones locales.
Los inmunosupresores como los corticosteroides pueden disminuir la respuesta inmunitaria inducida por la vacuna, por lo que se recomienda suspender o ajustar la dosis 4 semanas antes de la vacunación. Los biológicos, como los inhibidores de TNF-α, pueden requerir retrasar la administración de vacunas vivas hasta 3 meses después de la suspensión del tratamiento. La vacunación simultánea con otras inyecciones, como la vacuna combinada de tosferina, difteria y tétanos, debe seguir las directrices de vacunación conjunta, permitiendo la administración en la misma visita.
Las personas que han recibido transfusiones de plasma deben retrasar la vacunación contra virus al menos 3 meses para evitar que los anticuerpos plasmáticos interfieran con la respuesta inmunitaria. Los pacientes con cáncer en quimioterapia deben evaluar cuidadosamente el momento de la vacunación; algunos estudios sugieren que administrar la vacuna contra el tétanos con un intervalo superior a 2 semanas mantiene la efectividad inmunitaria. Las vacunas de ARNm combinadas con anticoagulantes no muestran interacciones significativas, pero se debe monitorear la aparición de hematomas en el sitio de inyección.
Los ensayos clínicos muestran que las vacunas de ARNm contra COVID-19 mantienen una protección superior al 75% contra formas graves de la variante Ómicron, y las dosis de refuerzo elevan los niveles de anticuerpos neutralizantes a 5-10 veces los niveles de la vacunación básica. La protección contra la gripe es de aproximadamente el 40-60% anual, pero reduce significativamente las hospitalizaciones y muertes. Cuando la tasa de vacunación contra el sarampión alcanza el 95%, se logra la inmunidad de grupo, bloqueando la transmisión viral.
Estudios a largo plazo confirman que la vacuna BCG no solo previene la tuberculosis, sino que también regula la inmunidad innata, reduciendo el riesgo de otras infecciones bacterianas. La vacuna conjugada 13-valente contra neumococo ofrece una protección superior al 80% contra infecciones invasivas, y en mayores de 65 años, reduce la incidencia de infecciones invasivas en un 60-75%. Aunque la respuesta inmunitaria en pacientes con cáncer tras la vacunación contra la gripe es un 15-20% menor que en la población general, aún así se observa una reducción significativa en complicaciones.
Las personas que no pueden vacunarse pueden considerar la inmunidad pasiva mediante la administración de inmunoglobulinas o plasma con anticuerpos, aunque estas opciones solo ofrecen protección a corto plazo y requieren dosis repetidas. Para quienes tienen alergia a las proteínas del huevo, se pueden elegir vacunas contra la gripe sin huevo o con cultivos no aviares. Los inmunodeprimidos pueden recibir dosis más altas, como la vacuna contra la hepatitis B de 4 veces la dosis estándar, para garantizar una respuesta inmunitaria adecuada.
Las limitaciones de las alternativas incluyen que la inmunidad pasiva solo dura de 6 a 12 semanas y no reemplaza la memoria inmunológica activa. En casos de alergia severa a componentes específicos, se puede realizar una prueba cutánea para evaluar la tolerancia a vacunas modificadas. Las nuevas vacunas, como las de ADN y las de vectores de nanopartículas, ofrecen opciones para quienes tienen dudas sobre las vacunas tradicionales, siempre que sean aprobadas por las autoridades sanitarias correspondientes.
En general, los adultos sanos pueden vacunarse directamente, pero si tienen enfermedades crónicas (como enfermedades cardíacas, inmunodeficiencias) o están en tratamiento contra el cáncer, se recomienda consultar con su médico. El médico evaluará las interacciones medicamentosas o antecedentes de alergias para garantizar una vacunación segura.
¿Qué debo hacer si tengo fiebre o fatiga después de la vacunación?La fiebre leve o dolor muscular son reacciones comunes; se pueden tomar antipiréticos recomendados por el médico (como paracetamol), descansar y mantenerse hidratado. Si la fiebre supera las 48 horas, o presenta dificultad para respirar o urticaria severa, debe acudir a un centro médico de inmediato.
¿Puedo hacer ejercicio intenso inmediatamente después de la vacunación?Se recomienda evitar ejercicio intenso durante las primeras 24 horas tras la vacunación para reducir el riesgo de dolor o fatiga en el sitio de inyección. Se puede realizar actividad ligera como caminar y observar la reacción del cuerpo, asegurando que la respuesta inmunitaria se desarrolle de manera estable.
¿Las diferentes marcas de vacunas ofrecen la misma protección? ¿Cómo elegir?La eficacia varía según los datos de investigación, pero la OMS recomienda usar la versión que cubre las cepas actuales del virus. Si hay alergia a componentes específicos, se puede optar por vacunas sin vectores virales o sin esos ingredientes, siguiendo las directrices de las autoridades sanitarias.
¿Cuánto dura la protección inmunitaria después de la vacunación? ¿Es necesario un refuerzo?La duración de la protección varía según la inmunidad individual; generalmente, la protección disminuye entre 6 y 12 meses tras la vacunación básica, por lo que un refuerzo puede elevar los niveles de anticuerpos. Se recomienda evaluar periódicamente la necesidad de dosis adicionales según las tendencias de variantes virales y el riesgo de exposición personal.