La ecografía abdominal es una técnica de diagnóstico por imagen no invasiva que utiliza ondas sonoras de alta frecuencia para generar imágenes en tiempo real de los órganos internos. Su principal objetivo es evaluar anomalías estructurales o lesiones en órganos del abdomen como el hígado, la vesícula biliar, el páncreas y los riñones. Debido a que no emite radiación ionizante y permite observar la función de los órganos de manera dinámica, se convierte en el método preferido para el cribado inicial de enfermedades abdominales.
El proceso de examen debe ser realizado por personal médico especializado. Los pacientes generalmente no requieren preparaciones especiales; sin embargo, en algunos casos puede ser necesario ayuno para reducir la interferencia de gases intestinales. Los resultados pueden compararse en tiempo real con los síntomas clínicos, ayudando a los médicos a definir estrategias de tratamiento.
La ecografía abdominal se divide en dos grandes categorías: diagnóstica general y con contraste especial. La diagnóstica utiliza ondas de frecuencia entre 2 y 5 MHz, que se transmiten a través de la piel y reciben las señales reflejadas para formar imágenes bidimensionales o tridimensionales de los órganos. La ecografía con contraste especial implica la inyección de un agente de contraste que contiene microburbujas, para mejorar la visualización de la estructura vascular.
Su mecanismo biológico incluye efectos mecánicos y térmicos de las ondas sonoras: el efecto mecánico provoca ligeras vibraciones en las células para facilitar el intercambio de sustancias, mientras que el efecto térmico regula el flujo sanguíneo local. Estas propiedades la hacen útil en aplicaciones terapéuticas como el tratamiento de quistes o la localización para inyecciones de toxina botulínica.
Principalmente se emplea en lesiones de órganos sólidos como tumores hepáticos, cálculos biliares, edema renal y ascitis. Tiene ventajas únicas en la observación dinámica de cambios inflamatorios en el páncreas y en la evaluación del flujo sanguíneo en la vena porta, permitiendo valorar eficazmente la circulación renal o los cambios en la presión portal en cirrosis hepática.
Durante el examen, el paciente debe estar en decúbito dorsal. El personal médico aplica gel en la piel y mueve el transductor para escanear. La ecografía diagnóstica dura aproximadamente entre 15 y 30 minutos, mientras que la con contraste especial requiere una inyección adicional de 10 a 15 minutos. La potencia de salida generalmente se controla por debajo de 1 W/cm² para garantizar la seguridad.
Los parámetros de la ecografía terapéutica deben ajustarse según la lesión. Por ejemplo, en la ablación con ultrasonido focalizado para tumores hepáticos, la intensidad de las ondas debe alcanzar entre 50 y 100 W/cm² con una localización precisa. El médico ajustará la frecuencia y el ángulo de escaneo según el tamaño del órgano y la profundidad de la lesión.
Sus principales ventajas son la retroalimentación en tiempo real y la capacidad de diagnóstico inmediato, permitiendo observar la contracción de los órganos y los cambios en el flujo sanguíneo de manera dinámica. La ausencia de radiación ionizante la hace adecuada para embarazadas y niños en revisiones repetidas, además de que su costo es menor en comparación con la tomografía computarizada o la resonancia magnética, siendo una herramienta útil para cribados rutinarios en consultas externas.
La mayoría de los pacientes experimentan solo sensación de frío o presión en la piel en contacto con el transductor, siendo extremadamente raros los eventos adversos graves. Los agentes de contraste especiales pueden causar reacciones alérgicas, con una incidencia inferior a 0.01%. La terapia con ultrasonido de alta intensidad a largo plazo puede elevar la temperatura de los tejidos, pero los equipos modernos incorporan sistemas de monitoreo de temperatura.
Precauciones clave: Los pacientes con obesidad severa pueden experimentar deterioro de la calidad de la imagen debido a la atenuación de las ondas sonoras, y los implantes metálicos deben ser informados antes del examen para evitar posibles interferencias magnéticas.
Se recomienda evitar comer en exceso antes del examen para reducir la interferencia de gases intestinales. Las mujeres embarazadas deben realizarse la prueba tras evaluación médica. Contraindicaciones incluyen pacientes con marcapasos, heridas abiertas en la zona de examen y trastornos graves de la coagulación.
No hay interacción directa con procedimientos radiológicos, pero los resultados pueden influir en las decisiones de tratamiento posteriores. Por ejemplo, tras la localización de tumores hepáticos, puede facilitar cirugías o ablaciones por radiofrecuencia. En comparación con la resonancia magnética, la ecografía tiene ventajas en la evaluación de acumulaciones de líquido.
Los pacientes en anticoagulantes deben informar antes del examen para evitar hemorragias tisulares que puedan afectar la interpretación de las imágenes. La elección entre diferentes técnicas de imagen debe basarse en las características de la lesión, como en el caso de lesiones en el páncreas en posición posterior, donde la ecografía endoscópica es recomendable.
La precisión diagnóstica en lesiones hepáticas sólidas supera el 90%, con sensibilidad del 98% para cálculos biliares. La evaluación del flujo en la vena porta mediante Doppler puede medir con precisión la velocidad y el índice de resistencia, ayudando a determinar la gravedad de la cirrosis hepática.
Estudios clínicos muestran que la biopsia guiada por ultrasonido tiene una precisión del 95%, con una tasa de complicaciones inferior al 1%. La localización de cálculos renales con ecografía es comparable a la tomografía computarizada, sin exposición a radiación.
Las alternativas incluyen la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética (RM). La TC ofrece una evaluación más precisa de la estructura ósea, pero implica exposición a radiación. La RM proporciona mejor resolución de tejidos blandos, aunque es más costosa y requiere más tiempo. La medicina nuclear, como la PET-CT, es útil para evaluar la actividad metabólica, pero tiene ciclos de examen más largos.
En emergencias, se puede usar radiografía simple para un cribado preliminar, aunque no ofrece detalles anatómicos tan precisos como la ecografía. En casos sospechosos de pancreatitis, la ecografía endoscópica puede proporcionar imágenes más profundas y precisas de los tejidos internos.
¿Necesito prepararme especialmente antes del examen? ¿Debo ayunar o estar en ayunas?
Por lo general, se recomienda ayuno de 6 a 8 horas antes de la ecografía abdominal para evitar la interferencia de gases intestinales en la claridad de la imagen. Si se examinan el hígado, la vesícula biliar o el páncreas, puede ser necesario ayunar; para riñones o en estudios en fetos, las restricciones pueden ser más flexibles. La normativa específica dependerá del área a examinar y la indicación médica.
¿El examen causa molestias? ¿Duele o produce fiebre?
La ecografía es indolora y no invasiva. La presión del transductor puede causar una sensación suave de presión en la piel, pero no provoca dolor ni fiebre. Si el área examinada tiene inflamación crónica o tumores, la presión puede generar molestias temporales, lo cual es normal.
¿Necesito anestesia para el examen? ¿Pueden colaborar los niños?
Generalmente, los adultos no requieren anestesia. Los niños, que no pueden mantenerse quietos por mucho tiempo, pueden necesitar que los padres los calmen o usar restricciones leves. En casos de niños muy inquietos, el médico puede considerar sedación ligera, aunque esto es poco frecuente.
¿Cómo se describen las lesiones en los informes si se detectan anormalidades?
El informe describirá el tamaño, forma, bordes y características de eco internas de la lesión, además del análisis de las señales de flujo sanguíneo. Por ejemplo, un «nódulo hipoecoico con distribución irregular de vasos» puede sugerir malignidad, pero el diagnóstico final requiere correlación clínica y otros estudios.
¿Cuánto tiempo después de un hallazgo anormal se requiere seguimiento?
El intervalo de seguimiento depende del riesgo de la lesión: quistes benignos pueden requerir seguimiento en 6 a 12 meses; lesiones sospechosas de malignidad, en 3 a 6 meses, mediante tomografía o marcadores sanguíneos. El médico determinará un plan individual basado en la tasa de crecimiento y la condición del paciente.