La fiebre tifoidea es una enfermedad infecciosa aguda causada por la bacteria Salmonella Typhi, que se transmite principalmente a través de alimentos o agua contaminados. El objetivo del tratamiento es inhibir el crecimiento bacteriano, aliviar los síntomas y prevenir complicaciones. Los antibióticos son la principal modalidad de tratamiento, especialmente en pacientes con fiebre, diarrea, exantema roseoloso y otros síntomas típicos. Ante un diagnóstico confirmado o una sospecha elevada de fiebre tifoidea, se debe iniciar inmediatamente la terapia farmacológica para reducir la contagiosidad y el riesgo de complicaciones.
El plan de tratamiento debe ajustarse según la edad del paciente, la gravedad de la infección y los datos locales sobre resistencia bacteriana. Los pacientes en fase aguda pueden requerir hospitalización y administración intravenosa de antibióticos, mientras que los casos leves pueden tratarse con medicación oral. Durante el tratamiento, es fundamental monitorizar de cerca los cambios en los síntomas y la respuesta a los medicamentos, complementando con terapias de soporte (como rehidratación y antipiréticos) para acelerar la recuperación.
Actualmente, las terapias predominantes incluyen las fluoroquinolonas de tercera generación (como ciprofloxacino) y las cefalosporinas de tercera generación (como ceftriaxona). Las fluoroquinolonas inhiben la topoisomerasa II (DNA girasa), impidiendo que las bacterias puedan replicar su material genético; las cefalosporinas bloquean la síntesis de la pared celular bacteriana, causando la muerte de las bacterias. Ambos fármacos tienen una amplia penetración tisular, infiltrándose eficazmente en el sistema hepatobiliar y siendo efectivos contra la fiebre tifoidea fuera del intestino.
En áreas con resistencia severa, puede considerarse el uso de alternativas como trimetoprima-sulfametoxazol (TMP-SMX) o imipenem. La acción del tratamiento debe complementarse con el sistema inmunológico del huésped, ya que una vez que los medicamentos inhiben las bacterias, los leucocitos pueden eliminar los patógenos remanentes. La duración habitual del tratamiento es de 10 a 14 días para asegurar la erradicación completa y reducir el riesgo de portadores asintomáticos.
Este tratamiento se indica en casos confirmados mediante hemocultivo, coprocultivo o pruebas serológicas positivas para fiebre tifoidea. En casos sospechosos que presenten fiebre persistente, exantema roseoloso, hepatomegalia o esplenomegalia, incluso sin resultados de cultivo, se debe iniciar tratamiento empírico de inmediato. Para grupos especiales como viajeros infectados, inmunodeprimidos o contactos con cepas resistentes, se deben seleccionar antibióticos con alta penetración y amplio espectro.
No se recomienda en pacientes con alergia a ciertos antibióticos o con insuficiencia hepática o renal grave, quienes deben recibir otros medicamentos. La terapia debe coordinarse con la investigación epidemiológica; en caso de brotes, se deben realizar seguimiento de contactos y desinfección ambiental.
La dosis habitual en adultos incluye ceftriaxona 1 g por vía intravenosa una vez al día, o 500 mg cada 12 horas por vía oral; ciprofloxacino 500 mg cada 12 horas por vía oral. La dosis en niños se calcula según peso, generalmente entre ¼ y ½ de la dosis adulta. Los casos severos pueden requerir hospitalización con administración intravenosa durante 3-5 días, seguido de terapia oral.
La duración del tratamiento se ajusta según la mejoría clínica, generalmente entre 10 y 14 días para evitar recaídas. Si los resultados de cultivo muestran resistencia a la medicación inicial, se debe cambiar inmediatamente a otros antibióticos efectivos. Es importante no interrumpir la medicación por cuenta propia, ya que esto puede promover la resistencia bacteriana.
La terapia con antibióticos puede reducir la tasa de mortalidad del 5-15% a casi cero, siendo más efectiva si se inicia en la primera semana de enfermedad. Las cefalosporinas tienen buena penetración tisular, eliminando infecciones profundas en hígado, bazo y otros órganos. La terapia combinada puede disminuir la aparición de resistencia.
Los efectos adversos comunes incluyen diarrea, náuseas y cefalea, con una incidencia del 15-20%. Los riesgos graves comprenden:
Advertencia importante: Las fluoroquinolonas pueden causar tendinitis, neuropatía periférica y no deben usarse en menores de 18 años. Si durante el tratamiento aparecen erupciones cutáneas, dificultad respiratoria u otras reacciones alérgicas, se debe suspender inmediatamente y acudir al médico.
Las contraindicaciones incluyen:
Durante el tratamiento, se debe evitar la administración concomitante con antiácidos (que pueden reducir la absorción), y realizar controles periódicos de los parámetros hematológicos. Los pacientes deben completar todo el ciclo, incluso si los síntomas mejoran, para evitar resistencia y recaídas.
El uso conjunto con antiácidos o suplementos de hierro puede disminuir la absorción de los antibióticos, por lo que se recomienda espaciar al menos 2 horas. La combinación con metformina o AINEs puede aumentar efectos gastrointestinales. Los medicamentos inductores de enzimas hepáticas como la rifampicina pueden reducir la eficacia del tratamiento, requiriendo ajuste de dosis.
Al combinarse con medicamentos antituberculosos, se debe monitorizar la función hepática, ya que la polifarmacoterapia puede aumentar el riesgo de daño hepático. En el caso de cefalosporinas, si el paciente tiene antecedentes de alergia a la penicilina, se debe tener precaución por posible reacción cruzada.
Las terapias con antibióticos de tercera generación acortan el tiempo de resolución de síntomas a 3-5 días, reduciendo en un 80% las complicaciones en comparación con no tratadas. Los ensayos clínicos muestran que la ceftriaxona tiene una tasa de eficacia del 90%, y el TMP-SMX mantiene una efectividad superior al 85% en áreas sin resistencia. La combinación de diagnósticos moleculares y pruebas de sensibilidad mejora la precisión del tratamiento, alcanzando tasas de éxito del 95%. El seguimiento de la eliminación bacteriana en heces debe realizarse al menos durante 4 semanas para confirmar la erradicación completa.
En infecciones por cepas resistentes, se pueden considerar las siguientes alternativas:
Las terapias de soporte incluyen rehidratación oral, equilibrio electrolítico y antipiréticos para controlar los síntomas. La vacunación con la vacuna de polisacárido Vi puede reducir el riesgo de infección, aunque no reemplaza el tratamiento.
No se recomienda suspender la medicación por cuenta propia. La fiebre tifoidea requiere un tratamiento de 7 a 14 días, incluso si los síntomas desaparecen, para evitar resistencia bacteriana o recaídas. El médico ajustará la medicación según la evolución, y el paciente debe completar el ciclo y acudir a revisiones periódicas.
¿Qué hacer si aparecen efectos secundarios como náuseas o diarrea durante el tratamiento?Estos efectos pueden aliviarse tomando los medicamentos con alimentos. Si los síntomas son severos, se debe consultar al médico, quien puede ajustar la dosis o cambiar de antibiótico. No suspender el tratamiento sin indicación médica, ya que esto puede promover resistencia.
¿Qué cuidados alimenticios ayudan a acelerar la recuperación?Se recomienda una dieta ligera y fácil de digerir, como arroz, verduras al vapor, evitando alimentos grasos o irritantes. Es importante mantener una buena higiene en la preparación de alimentos y la ingesta de agua para prevenir reinfecciones.
¿Cómo prevenir recaídas después de completar el tratamiento?Se debe mantener una buena higiene personal, evitar alimentos crudos y estar atento a síntomas como fiebre o dolor abdominal. En caso de contacto con fuentes de infección, informar a las autoridades para realizar desinfección ambiental y seguimiento de contactos.
¿Qué controles de seguimiento son necesarios tras el tratamiento?El médico puede solicitar análisis de heces para confirmar la eliminación de Salmonella. En casos con complicaciones, puede requerirse una colonoscopía o estudios de imagen. Durante el seguimiento, se recomienda no donar sangre ni trabajar en la industria alimentaria hasta confirmar la recuperación completa.