La pericardiectomía es una intervención quirúrgica que consiste en remover total o parcialmente el tejido del pericardio, principalmente utilizada para tratar pacientes con pericarditis crónica, adherencias pericárdicas o acumulación de líquido prolongada que afecta la función cardíaca. Esta cirugía puede aliviar la presión del pericardio sobre el corazón, restaurar la circulación sanguínea normal y prevenir la expansión o contracción impedida del corazón.
Generalmente, la cirugía se realiza en casos donde la medicación no controla las lesiones, como en la pericarditis constrictiva (causada por fibrosis, radioterapia o enfermedades autoinmunes) o en tamponadas recurrentes. En Taiwán, esta intervención la realiza un cirujano cardiovascular torácico bajo anestesia general, y puede optar por una toracotomía o cirugía mínimamente invasiva con videotoracoscopía, dependiendo del estado del paciente.
La pericardiectomía se divide en «pericardiectomía total» y «parcial». La primera remueve casi toda la membrana pericárdica para resolver completamente la fibrosis o calcificación; la segunda se enfoca en áreas dañadas específicas, conservando parte del tejido sano para mantener la estabilidad estructural del corazón.
Su mecanismo fisiológico consiste en liberar la compresión mecánica del pericardio sobre el corazón, permitiendo que los ventrículos se expandan y contraigan normalmente. Tras la cirugía, la membrana rígida por fibrosis se elimina, el corazón recupera elasticidad y mejora el gasto cardíaco y la dinámica de flujo sistémico.
Se indica principalmente en enfermedades crónicas del pericardio que no responden a medicamentos, incluyendo:
Se trata de un procedimiento quirúrgico sin concepto de «dosis». El proceso incluye:
Los principales beneficios incluyen:
La ventaja radica en una alta tasa de éxito, con estudios internacionales que muestran que más del 80% de los pacientes experimentan una notable reducción de síntomas en los 12 meses posteriores a la operación. La tecnología de videotoracoscopía también reduce el daño tisular y el tiempo de recuperación.
Las complicaciones posibles incluyen:
En algunos casos, puede haber síntomas a largo plazo como fibrosis residual del pericardio o dolor crónico debido a la cicatrización. Es necesario un seguimiento cercano durante al menos un año para evaluar los efectos a largo plazo.
Las contraindicaciones incluyen: infarto agudo de miocardio en los 30 días previos, trastornos de coagulación no controlados o infecciones sistémicas graves (como sepsis). Los pacientes con insuficiencia cardíaca severa o disfunción pulmonar deben recibir tratamiento de soporte antes de considerar la cirugía.
Antes de la operación, se realiza una evaluación detallada de la función cardíaca y la extensión de la lesión. Si hay trastornos de coagulación, se deben suspender los anticoagulantes. Tras la cirugía, es importante realizar electrocardiogramas y ecocardiogramas periódicos para asegurarse de que no haya fibrosis residual que vuelva a formarse.
Este procedimiento generalmente se combina con tratamiento farmacológico:
Según estudios multicéntricos, la pericardiectomía en pacientes con pericarditis constrictiva puede mejorar significativamente los síntomas en el 70-85% de los casos en los primeros 6 meses, con una distancia media en la prueba de caminata de 200 metros. El seguimiento a largo plazo muestra una tasa de supervivencia superior al 90% a los 10 años.
En comparación con la medicación, la cirugía puede resolver problemas estructurales, mientras que los medicamentos solo alivian temporalmente la inflamación. Estudios de imagen (como ecocardiografía o TC) permiten evaluar objetivamente la mejora en la función cardíaca tras la cirugía.
Las alternativas no quirúrgicas incluyen:
Estas opciones solo alivian los síntomas y no resuelven fibrosis o calcificación. En pacientes de edad avanzada o con fallo multiorgánico, los médicos pueden recomendar tratamiento conservador en lugar de cirugía.
Los pacientes deben someterse a exámenes completos, incluyendo electrocardiograma, radiografía de tórax y análisis de sangre, para evaluar la función cardíaca y descartar infecciones. El médico diseñará el plan anestésico y quirúrgico según la edad, antecedentes y tipo de enfermedad del pericardio. Es posible que se suspendan ciertos medicamentos 3 a 7 días antes y que se firme un consentimiento informado tras una explicación detallada del procedimiento.
¿Qué actividades debo evitar durante la recuperación postoperatoria?Durante las primeras semanas, se recomienda evitar levantar objetos pesados, realizar ejercicio intenso o permanecer de pie por largos períodos. La recuperación generalmente dura de 2 a 4 semanas. Es importante seguir las indicaciones médicas, controlar la cicatrización y acudir a las revisiones periódicas. Si aparecen fiebre, dolor en el pecho o dificultad respiratoria, se debe consultar inmediatamente al equipo médico.
¿Cómo se maneja el dolor y las complicaciones tras la pericardiectomía?El dolor postoperatorio se controla con analgésicos prescritos por el médico, quien supervisará los efectos secundarios. En caso de acumulación de líquido en el pericardio o signos de infección (fiebre persistente, enrojecimiento o hinchazón en la herida), se requiere drenaje o tratamiento con antibióticos. Es fundamental seguir las instrucciones médicas y realizar ecografías periódicas para monitorear la recuperación.
¿Qué cambios en la dieta y hábitos de vida son necesarios después de la cirugía?Se recomienda una dieta baja en sodio y alta en proteínas para favorecer la cicatrización, evitando alcohol y alimentos irritantes. Es importante controlar la presión arterial y la glucosa, realizar ejercicio regular como caminatas, y evitar actividades intensas durante al menos 3 meses. La cesación del tabaquismo es clave, ya que la nicotina puede retrasar la reparación tisular y aumentar el riesgo de infecciones.
¿Cuál es la tasa de éxito y los efectos a largo plazo de la pericardiectomía?La tasa de éxito ronda el 80-90%, logrando aliviar eficazmente los síntomas de la pericarditis crónica. El seguimiento a largo plazo muestra que aproximadamente el 90% de los pacientes experimentan mejoras significativas, aunque es necesario realizar controles periódicos para detectar posibles complicaciones. Algunos pacientes, debido a condiciones subyacentes como insuficiencia renal o cáncer, pueden tener un pronóstico menos favorable, por lo que la comunicación continua con el equipo médico es esencial para ajustar el cuidado.