Los antipsicóticos son una clase de medicamentos fundamentales para tratar trastornos mentales, actuando principalmente en la regulación de los sistemas de dopamina y serotonina en el cerebro. Su principal eficacia radica en aliviar síntomas psicóticos como alucinaciones, delirios y trastornos del pensamiento, comunes en esquizofrenia, trastorno bipolar y otros trastornos. Estos medicamentos se dividen en antipsicóticos típicos de primera generación y atípicos de segunda generación, que difieren en sus mecanismos de acción y perfil de efectos secundarios.
El objetivo del tratamiento no solo es controlar los síntomas agudos, sino también estabilizar el curso a largo plazo. Los médicos seleccionan el tipo y la dosis más adecuada según la edad del paciente, la gravedad de los síntomas y el historial clínico, evaluando periódicamente la eficacia y los efectos adversos para ajustar la estrategia terapéutica.
Los antipsicóticos de primera generación (como haloperidol y clorpromazina) actúan principalmente bloqueando los receptores de dopamina D2 en el cerebro, pero tienen mayor tendencia a causar efectos secundarios motores. Los de segunda generación (como olanzapina y risperidona) actúan sobre los receptores de dopamina y serotonina, mejorando no solo los síntomas positivos, sino también los negativos y afectivos, con mejor adherencia a largo plazo.
Algunos fármacos emergentes como paliperidona y aripiprazol han mejorado las características de unión a receptores, reduciendo riesgos metabólicos. Las diferencias en los mecanismos de acción determinan las ventajas y riesgos potenciales en el tratamiento de síntomas específicos.
Usos principales incluyen:
En situaciones específicas, como pensamientos intrusivos en trastorno de estrés postraumático o alucinaciones por abstinencia de alcohol, los médicos pueden considerar su uso. Es importante seguir estrictamente las indicaciones aprobadas por las autoridades regulatorias para evitar uso fuera de indicación.
La vía principal es oral en tabletas, aunque en emergencias se puede administrar inyectable (como haloperidol inyectable). La dosis inicial suele ser baja, aumentando gradualmente cada 3-7 días hasta alcanzar la dosis terapéutica para reducir riesgos de efectos adversos agudos. La dosis habitual en adultos varía según el fármaco, por ejemplo, la olanzapina inicia en 5-10 mg/día, mientras que la clorpromazina puede requerir entre 200 y 1000 mg/día.
El período de tratamiento debe ajustarse según la condición, siendo de varias semanas a meses en la fase aguda y posiblemente de uso prolongado en mantenimiento. Los niños y ancianos requieren ajustes específicos y monitoreo cercano de parámetros metabólicos y respuesta neurológica.
Los principales beneficios incluyen:
Los fármacos de segunda generación, con menor perfil de efectos secundarios, favorecen la adherencia del paciente y en uso prolongado disminuyen la frecuencia de recaídas.
Los efectos adversos comunes incluyen:
Riesgos graves: el uso prolongado puede causar discinesia tardía, y los antipsicóticos de segunda generación están asociados con riesgos de miocardiopatía. La administración de dosis altas de primera generación requiere monitoreo estricto de prolongación del intervalo QT y otras alteraciones electrocardiográficas.
Contraindicaciones incluyen:
El uso en embarazo requiere ponderar riesgos para la madre y el feto, y en lactancia se recomienda evitarlo. Durante las primeras fases del tratamiento, se debe monitorizar la cuenta de leucocitos para prevenir leucopenia u otras alteraciones hematológicas.
El uso conjunto con medicamentos anticolinérgicos (como antieméticos) puede potenciar efectos adversos como sequedad bucal y retención urinaria. La combinación con betabloqueantes puede inducir hipotensión. La coadministración con warfarina puede aumentar el efecto anticoagulante, requiriendo monitoreo de INR.
Al combinarse con antidepresivos, existe riesgo de síndrome serotoninérgico, y con sedantes como benzodiacepinas, se deben ajustar las dosis para evitar sedación excesiva.
Ensayos clínicos aleatorizados muestran que entre el 80-90% de los pacientes experimentan mejoras en 6-8 semanas en las escalas PANSS, con una reducción del 30-50% en los síntomas positivos y negativos. Los antipsicóticos de segunda generación controlan mejor los síntomas en episodios mixtos del trastorno bipolar. Estudios a largo plazo indican que el uso regular reduce en más del 50% las tasas de readmisión hospitalaria, siempre que se acompañe de apoyo psicosocial. La respuesta varía entre individuos, y aproximadamente el 15-20% no responde a ningún antipsicótico, requiriendo otras estrategias terapéuticas.
Alternativas incluyen:
En ciertos casos, se pueden usar antidepresivos atípicos o ansiolíticos como terapia complementaria, siempre bajo supervisión psiquiátrica. Nuevos fármacos como inhibidores de PDE10 y antagonistas de receptores NMDA están en desarrollo y se consideran opciones para grupos específicos.
¿Qué hacer si durante el tratamiento con antipsicóticos aparecen somnolencia o disminución de la motivación?
Estos son efectos secundarios comunes. Se recomienda consultar con el médico para ajustar la dosis o cambiar de medicamento. La actividad física regular, como caminar 15 minutos al día, puede mejorar la energía, y establecer metas pequeñas ayuda a reactivar la socialización. Si afectan la vida diaria, el médico puede sugerir terapia cognitivo-conductual o fisioterapia.
¿Cuánto tiempo tarda en notarse mejoría de los síntomas tras comenzar el tratamiento?
Los síntomas agudos como alucinaciones o delirios pueden mejorar en 2-4 semanas, pero la eficacia completa suele observarse en 6-8 semanas. Durante el inicio, se recomienda registrar los cambios y evaluar cada 2 semanas con el médico. Si no hay mejoría en 4 semanas, puede ser necesario ajustar el tratamiento.
¿Se pueden tomar otros medicamentos o remedios herbales junto con los antipsicóticos?
¡Debe consultar siempre con el médico! Algunos antihistamínicos, medicamentos para la presión arterial o hierbas como la hierba de San Juan pueden interactuar con los antipsicóticos. Antes de suspender o añadir nuevos fármacos, se debe realizar una revisión de interacciones y monitoreo de niveles en sangre para garantizar la seguridad.
¿Cómo prevenir el síndrome metabólico en pacientes que usan antipsicóticos a largo plazo?
Se recomienda realizar análisis de glucosa, lípidos y porcentaje de grasa corporal cada 3-6 meses. Mantener una dieta baja en azúcares, consumir al menos 25 g de fibra diaria y realizar ejercicio aeróbico (natación, trotar) por más de 150 minutos semanales. El médico puede prescribir omega-3 o medicamentos para el metabolismo según la situación.
¿Qué riesgos hay en dejar la medicación de forma abrupta tras completar la fase aguda?
Detener la medicación de forma repentina puede provocar rebote de síntomas (como reaparición de alucinaciones) o síndrome de abstinencia (temblores, ansiedad). Se recomienda una reducción gradual en 6-12 semanas y acompañamiento psicológico. El médico diseñará un plan personalizado considerando el riesgo de recaída y la duración del trastorno.