La terapia de juego (Play Therapy) es un método de intervención no farmacológico dirigido a la salud mental infantil, que principalmente utiliza actividades estructuradas de juego para ayudar a los niños a expresar emociones y resolver conflictos psicológicos. Basada en teorías del desarrollo infantil, esta terapia considera que el juego es el lenguaje natural de comunicación de los niños, permitiendo superar las limitaciones de la expresión verbal, y es adecuada para niños de 3 a 12 años. Los terapeutas diseñan programas específicos según las necesidades del caso, siendo común en situaciones de trauma, problemas de conducta o dificultades en la regulación emocional.
La terapia de juego se divide en cuatro tipos principales: no-directiva (enfatiza la expresión libre) y directiva (guía mediante escenarios narrativos). Su mecanismo incluye el uso de la «técnica de fichas» (Token Economy), que recompensa conductas positivas a través del juego, y la «terapia con caja de arena» que externaliza conflictos internos mediante escenas en miniatura. Los terapeutas observan la interpretación de roles y la selección de objetos durante el juego para entender las raíces subconscientes del problema.
Esta terapia es adecuada para trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), entrenamiento social en trastornos del espectro autista, y para tratar el trastorno de estrés postraumático (TEPT) derivado de rupturas familiares o acoso escolar. También puede mejorar problemas conductuales como la timidez excesiva o la negativa a asistir a la escuela, y en algunos casos, se combina con terapia cognitivo-conductual (TCC) para potenciar los resultados. Se recomienda una evaluación por un psicólogo profesional para adaptar el tratamiento a la etapa de desarrollo del niño.
El tratamiento generalmente consiste en sesiones de 45 a 60 minutos, una o dos veces por semana. Los terapeutas proporcionan medios como dibujo, bloques y accesorios para juegos de roles en un entorno seguro. La duración del tratamiento varía según el caso; problemas leves pueden requerir de 8 a 12 semanas, mientras que casos complejos o con trauma prolongado pueden necesitar más de seis meses. La participación conjunta de padres e hijos en la terapia de juego es especialmente efectiva para la reparación de relaciones familiares.
Su principal ventaja es que es no invasiva y presenta poca resistencia, permitiendo que los niños revelen sus problemas de forma natural a través del juego. Estudios muestran que mejora los síntomas de ansiedad en un 65-70%, además de potenciar habilidades de resolución de problemas y empatía. Además, los guiones de juego documentados durante el proceso (como patrones de interacción de personajes) ofrecen una base objetiva para evaluar y planificar futuras intervenciones.
Contraindicaciones severas incluyen episodios agudos de enfermedades mentales o discapacidades cognitivas graves. Los terapeutas deben monitorear estrechamente, y si hay tendencias autolesivas, ajustar el plan inmediatamente.
Las contraindicaciones incluyen trastornos severos en el procesamiento sensorial o ambientes de terapia que puedan aumentar la ansiedad. Antes de iniciar, se debe realizar una evaluación del desarrollo para evitar forzar a niños que rechazan entornos estructurados. Los padres deben colaborar con el proceso, evitando preguntar detalles inmediatamente después de la sesión para mantener la efectividad del tratamiento.
Puede combinarse con medicación, aunque se debe tener precaución con los antidepresivos, ya que podrían afectar la veracidad de la expresión emocional. Cuando se combina con terapia conductual, es importante coordinar los sistemas de recompensa para evitar conflictos. Si se realiza terapia artística simultáneamente, se deben definir claramente los objetivos de cada terapia para evitar sobrecarga de estímulos.
Evaluaciones sistemáticas muestran que la terapia de juego mejora en un 73% los problemas externalizantes (como conductas agresivas) y en un 62% los internalizantes (como ansiedad). Estudios a largo plazo indican que los niños que participan en terapias de más de 12 semanas continúan mostrando mejoras en habilidades sociales a los 6 meses. La Academia Americana de Pediatría (AAP) recomienda incluirla como una de las terapias estándar en la evaluación psicológica infantil.
Al elegir alternativas, se deben considerar las preferencias subjetivas y la naturaleza del problema, por ejemplo, los niños con autismo pueden responder mejor a terapias sensoriales estructuradas.
La frecuencia y duración deben ajustarse según la edad del niño, la gravedad del problema y los objetivos del tratamiento. Generalmente, se recomienda una sesión semanal de 45 a 60 minutos, con un total de entre 12 y 20 sesiones. El terapeuta ajustará según el progreso, y casos severos o complejos pueden requerir más tiempo.
¿Cómo deben colaborar los padres durante el proceso?Los padres deben mantener comunicación regular con el terapeuta, entender la orientación del tratamiento y continuar las técnicas en casa. Por ejemplo, pueden observar cambios en el comportamiento del niño o realizar actividades lúdicas sencillas para reforzar los avances. Sin embargo, deben evitar intervenir excesivamente para no afectar la expresión libre del niño.
¿Es normal que el niño tenga fluctuaciones emocionales durante la terapia?Al inicio, algunos niños pueden experimentar una intensificación temporal de emociones al abordar recuerdos subconscientes, lo cual se considera parte del proceso terapéutico natural. El terapeuta guiará gradualmente la regulación emocional a través del juego, y los padres deben mantener la paciencia y discutir cualquier reacción anormal con el terapeuta, evitando interrumpir la terapia por cuenta propia.
¿La terapia de juego es adecuada para niños con tendencias autistas?Sí, es especialmente efectiva, ya que su carácter no verbal puede reducir las dificultades comunicativas. Los terapeutas emplean medios como la caja de arena y juegos de roles para facilitar la expresión emocional no verbal. Sin embargo, debe complementarse con evaluaciones profesionales y otras terapias (como terapia del lenguaje) para obtener mejores resultados.
¿Cómo prevenir que los problemas vuelvan después de finalizar la terapia?Se recomienda realizar seguimientos de 3 a 6 meses, donde el terapeuta proporcionará listas de observación para los padres, como patrones de comportamiento o desencadenantes emocionales. Los padres deben seguir aplicando las técnicas aprendidas y fomentar actividades sociales positivas para consolidar los avances y promover la resiliencia psicológica a largo plazo.