La gripe es una enfermedad infecciosa respiratoria aguda causada por el virus de la influenza, altamente contagiosa y que presenta epidemias estacionales a nivel mundial. Esta enfermedad se transmite principalmente a través de gotas respiratorias, y los síntomas comunes tras la infección incluyen fiebre, dolores musculares y sensación de fatiga. En casos graves, puede complicarse con neumonía o problemas cardíacos, representando una amenaza especialmente para grupos de alto riesgo. Según la Organización Mundial de la Salud, cada año infectan aproximadamente de 3 a 5 millones de personas en todo el mundo, con casos severos que alcanzan de 3 a 5 millones.
El virus de la influenza se divide en tipos A, B y C, siendo el tipo A el que presenta mayor variabilidad antigénica debido a su estructura genética, lo que obliga a actualizar la vacuna cada año. La enfermedad es más activa durante el invierno y principios de primavera, y lugares con alta concentración de personas como escuelas y oficinas suelen ser focos de transmisión. El período de incubación generalmente varía de 1 a 4 días, y la infectividad puede durar de 3 a 7 días, facilitando la rápida propagación en hogares y comunidades.
Las principales fuentes de infección son los pacientes en fase aguda, transmitiendo el virus mediante las gotas expulsadas al toser o estornudar. El contacto con superficies contaminadas y luego tocarse la boca o la nariz también puede causar infección. El virus de la influenza tipo A presenta cambios en las proteínas de superficie HA y NA, lo que impide una inmunidad duradera y favorece la recurrencia de epidemias. Los grupos de alto riesgo incluyen mayores de 65 años, embarazadas, pacientes con enfermedades cardíacas o pulmonares y personas con inmunodeficiencia, quienes tienen de 3 a 5 veces más riesgo de desarrollar formas graves tras la infección.
Durante la replicación en las células huésped, el virus induce una tormenta de citoquinas que causa fiebre y malestar general. Factores ambientales como temperaturas bajas y clima seco pueden prolongar la supervivencia del virus, y los sistemas de aire acondicionado en interiores pueden facilitar la transmisión por gotas. Estudios recientes indican que las personas con obesidad, debido a alteraciones metabólicas y estado inflamatorio crónico, tienen un riesgo aumentado de complicaciones graves en un 20-30% tras infectarse.
Los síntomas típicos aparecen de forma repentina e incluyen fiebre que puede superar los 38.3°C, dolores musculares y cefalea intensa. Algunos pacientes presentan síntomas similares a un resfriado común, como dolor de garganta y tos seca, pero la fiebre alta y el malestar general caracterizan a la gripe. En niños, puede manifestarse con diarrea o dolor abdominal, y en ancianos, solo con apatía o pérdida de apetito.
El diagnóstico clínico se basa en la evaluación de síntomas y antecedentes epidemiológicos, como contacto con casos y brotes en grupos. La prueba rápida de antígenos puede confirmar la presencia del virus en 15 minutos, aunque su sensibilidad es del 50-70%. La prueba de RT-PCR en laboratorio permite identificar con precisión el subtipo del virus y genes de resistencia, proceso que suele tardar entre 24 y 48 horas.
El médico evalúa mediante criterios de «diagnóstico rápido de la gripe»: si hay fiebre acompañada de tos o dolor de garganta en temporada de epidemia, se realiza diagnóstico clínico. En casos severos, se requieren radiografías de tórax y análisis de velocidad de sedimentación globular para detectar complicaciones como neumonía o sepsis.
El tratamiento principal actual consiste en inhibidores de la neuraminidasa (como oseltamivir), que deben administrarse dentro de las 48 horas del inicio de los síntomas para acortar la duración de la enfermedad. La terapia de soporte incluye antipiréticos y rehidratación; en casos de deshidratación severa, puede ser necesaria la administración intravenosa. La hospitalización se reserva para pacientes con insuficiencia respiratoria o fallo multiorgánico, quienes pueden requerir ventilación mecánica o ECMO.
Los antivirales deben seleccionarse según el tipo de virus en circulación; por ejemplo, si la cepa es resistente a oseltamivir, puede ser necesario usar zanamivir. En casos de neumonía, se realiza cultivo bacteriano para determinar si se requiere antibiótico, pero se debe evitar el uso innecesario para prevenir resistencia.
La vacunación es la principal medida preventiva, con vacunas actualizadas anualmente que cubren los principales cepas en circulación como H1N1 y H3N2. La protección comienza aproximadamente dos semanas después de la inmunización y dura de 6 a 8 meses. La higiene de manos, mediante alcohol en gel o lavado correcto, reduce en un 30-50% el riesgo de infección. Los grupos de alto riesgo deben evitar lugares concurridos durante la temporada epidémica y usar mascarillas quirúrgicas.
Se debe acudir al médico si se presenta fiebre superior a 39°C que persiste más de 3 días, dificultad respiratoria o dolor en el pecho. Pacientes con enfermedades crónicas que empeoran en las primeras 48 horas, como descontrol glucémico en diabéticos o edema en pacientes cardíacos, también deben buscar atención. En bebés, signos de alarma incluyen respiración rápida (más de 40 respiraciones por minuto) o incapacidad para alimentarse, que requieren atención urgente.
Situaciones especiales incluyen:
Incluso con síntomas leves, si ha habido contacto con un caso confirmado y pertenece a un grupo de riesgo, se recomienda consultar en las primeras 24 horas para aprovechar la ventana de tratamiento óptima.
La vacuna contra la gripe tarda aproximadamente 2 semanas en generar suficientes anticuerpos en el cuerpo, por lo que se recomienda vacunarse 1 o 2 meses antes del inicio de la temporada epidémica. Debido a que los virus pueden variar cada año, la Organización Mundial de la Salud actualiza los componentes de la vacuna según las tendencias epidemiológicas, por lo que es recomendable vacunarse anualmente para mantener la protección.
¿Por qué los síntomas de la gripe pueden empeorar repentinamente? ¿Cómo saber si es necesario acudir al médico de inmediato?La gripe puede complicarse con neumonía o encefalitis, provocando un empeoramiento súbito de los síntomas. Se debe acudir al médico si la fiebre persiste más de 3 días, hay dificultad para respirar, confusión, dolor en el pecho o expectoración con sangre. Estos síntomas pueden indicar que el virus ha afectado los pulmones u otros órganos, requiriendo tratamiento antiviral o ingreso hospitalario.
¿Cuál es el momento adecuado para tomar oseltamivir? ¿Es peligroso automedicarse?El oseltamivir debe tomarse dentro de las 48 horas desde la aparición de fiebre o síntomas para ser efectivo, ya que inhibe la replicación viral y acorta la curso de la enfermedad. La automedicación puede ser riesgosa si se administra fuera de este período, o sin evaluación médica previa, ya que puede haber contraindicaciones como insuficiencia renal, y se corre el riesgo de efectos secundarios o resistencia.
¿Es necesario guardar cama completamente durante la gripe? ¿La actividad moderada ayuda a recuperarse?Durante la fiebre, se recomienda reducir el esfuerzo físico, pero actividades leves como caminar unos minutos pueden favorecer la circulación y evitar complicaciones como atrofia muscular o trombosis por inmovilidad prolongada. La clave está en evitar esfuerzos intensos, ajustar la actividad según la condición y mantener una adecuada hidratación y nutrición.
¿Cómo reducir el riesgo de contagio tras el contacto con un paciente de gripe? ¿Qué medidas de aislamiento se deben tomar?Tras el contacto, en las primeras 48 horas, se puede consultar al médico sobre el uso de antivirales preventivos. Además, es importante reforzar la higiene de manos y evitar compartir utensilios. Si se infecta, el paciente debe usar mascarilla, cubrirse al toser y limpiar superficies de contacto frecuente con soluciones de blanqueador, manteniendo el aislamiento hasta 24 horas después de que desaparezca la fiebre.