La hepatitis es una enfermedad inflamatoria que afecta la función hepática, con causas variadas y manifestaciones clínicas complejas. Esta enfermedad puede clasificarse en tipos virales, alcohólicos, medicamentosos y autoinmunes, siendo la hepatitis viral la más contagiosa y un foco importante de atención en la salud pública mundial. Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente 325 millones de personas en todo el mundo padecen hepatitis crónica, y en casos severos puede conducir a cirrosis o cáncer de hígado.
El diagnóstico y tratamiento de la hepatitis deben basarse en la causa específica: por ejemplo, la hepatitis viral requiere un plan dirigido al tipo de virus, mientras que la hepatitis no viral puede requerir cambios en el estilo de vida o en el uso de medicamentos. Comprender las causas, síntomas y medidas preventivas de la hepatitis es clave para reducir el riesgo de transmisión y mejorar el pronóstico.
Las causas de la hepatitis se dividen en infecciosas y no infecciosas. La hepatitis viral es causada principalmente por los virus de hepatitis A, B, C, D y E, siendo los tipos B y C los que más fácilmente conducen a infecciones crónicas. Las causas no infecciosas incluyen consumo excesivo de alcohol a largo plazo, toxicidad por medicamentos (como ciertos analgésicos o quimioterapia), y ataques autoinmunes contra las células hepáticas.
Los factores de riesgo no infecciosos incluyen obesidad, diabetes y uso excesivo de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs). La exposición prolongada a productos químicos industriales o radioterapia también puede dañar las células hepáticas y causar hepatitis.
Los pacientes con hepatitis aguda pueden presentar síntomas evidentes semanas después de la infección, mientras que los pacientes con hepatitis crónica pueden permanecer asintomáticos durante años hasta que el daño hepático sea severo. Los síntomas típicos incluyen:
Las manifestaciones varían según el tipo de virus: la hepatitis A suele acompañarse de fiebre y diarrea, mientras que la hepatitis C puede presentar dolor en las articulaciones y urticaria. En etapas avanzadas, la hepatitis crónica puede progresar a cirrosis, con síntomas graves como ascitis y várices esofágicas.
El diagnóstico de hepatitis combina síntomas clínicos, análisis de laboratorio y estudios de imagen. La prueba de sangre es fundamental, permitiendo medir enzimas hepáticas (como AST y ALT), anticuerpos virales y ácido nucleico viral (como HBV DNA).
El ultrasonido o la tomografía computarizada evalúan cambios estructurales en el hígado, como las irregularidades en la superficie hepática en cirrosis. La detección de anticuerpos antinucleares (ANA) y anticuerpos anti músculo liso (SMA) es crucial en sospecha de hepatitis autoinmune. La biopsia hepática, aunque invasiva, permite una evaluación precisa del grado de daño tisular y fibrosis.
Las estrategias de tratamiento dependen de la causa: la hepatitis viral puede requerir antivirales, mientras que la hepatitis alcohólica requiere abstinencia total y suplementación con vitaminas. Los pacientes con hepatitis B crónica pueden usar entecavir o tenofovir para suprimir la replicación viral, y para hepatitis C, los nuevos antivirales de acción directa (DAAs) ofrecen altas tasas de curación.
En casos severos de insuficiencia hepática, puede ser necesaria la terapia de soporte con hígado artificial o evaluación para trasplante hepático. La hepatitis autoinmune se trata con corticosteroides o inmunosupresores, monitoreando cuidadosamente los efectos secundarios como osteoporosis o riesgo de infecciones. La hepatotoxicidad inducida por medicamentos requiere suspender el fármaco causante y administrar antídotos como acetilcisteína en casos de intoxicación por paracetamol.
La vacunación es la forma más efectiva de prevenir la hepatitis viral: las vacunas contra la hepatitis A y B están incluidas en los programas nacionales de inmunización en muchos países. La pauta generalmente requiere dosis primarias y refuerzos para generar inmunidad suficiente. Antes de viajar a zonas de alta endemicidad, se recomienda completar la vacunación con 6 a 12 meses de anticipación.
En políticas de salud pública, algunos países realizan cribados en embarazadas y administran inmunoglobulina contra hepatitis B a recién nacidos, para prevenir la transmisión vertical.
Si aparecen síntomas como fatiga persistente sin causa aparente, orina de color oscuro o ictericia en los ojos, se debe acudir de inmediato para realizar pruebas de función hepática. Personas con antecedentes de contacto con sangre o fluidos corporales de hepatitis, tratamientos invasivos sin esterilización, antecedentes familiares o enfermedades autoinmunes deben hacer seguimiento regular.
Incluso los pacientes con hepatitis crónica sin síntomas deben hacerse ecografías y pruebas de alfa-fetoproteína cada 6 a 12 meses para detectar tempranamente cáncer de hígado. La insuficiencia hepática aguda, como confusión o alteraciones en la coagulación, requiere atención médica urgente.
Los pacientes con hepatitis crónica deben evitar el consumo excesivo de alimentos altos en sal, grasas y procesados para reducir la carga en el hígado. Se recomienda aumentar la ingesta de proteínas de alta calidad (como pescado y legumbres) y frutas y verduras ricas en antioxidantes, además de limitar estrictamente el alcohol. La dieta debe ajustarse según la etapa de la enfermedad, en consulta con un médico o nutricionista.
¿Es contagioso compartir objetos cotidianos como utensilios o toallas con personas infectadas?La hepatitis viral (como B y C) se transmite principalmente por sangre y fluidos corporales, por lo que compartir utensilios o ropa generalmente no causa infección. Sin embargo, si los objetos están contaminados con sangre o hay heridas abiertas en contacto con ellos, existe riesgo. La hepatitis B puede sobrevivir en el ambiente externo, por lo que se recomienda limpiar con jabón inmediatamente después del contacto con sangre de otra persona.
¿Los pacientes con hepatitis C que reciben antivirales necesitan chequeos periódicos incluso después de la cura?Incluso después de eliminar el virus, los pacientes deben realizarse controles de función hepática y fibrosis cada 6 a 12 meses. Existe riesgo de cirrosis residual u otras complicaciones, por lo que la monitorización continua permite detectar anomalías tempranamente. El médico puede recomendar estudios de imagen o análisis de sangre con mayor frecuencia según el daño hepático.
¿El ejercicio intenso puede empeorar la hepatitis?El ejercicio moderado puede mejorar la salud hepática, pero el ejercicio intenso puede causar agotamiento o alteraciones metabólicas, dificultando la recuperación. Se recomienda realizar actividades de intensidad moderada (como caminar rápido o nadar) y ajustar la intensidad según la evaluación médica. Si aparecen síntomas como fatiga o aumento de la ictericia, se debe detener el ejercicio y consultar al médico.
¿Es necesario realizar análisis de anticuerpos periódicos después de vacunarse contra la hepatitis B?Tras la vacunación contra la hepatitis B, algunos anticuerpos pueden disminuir con el tiempo. Se recomienda que grupos de alto riesgo (como profesionales de la salud y contactos familiares) se hagan pruebas de anticuerpos cada 5 años, y si el nivel es <10 mUI/mL, recibir una dosis de refuerzo. En adultos, si la prueba muestra anticuerpos suficientes, generalmente se mantiene protección a largo plazo.