El tratamiento con insulina es una terapia central para pacientes con diabetes, cuyo objetivo principal es simular la secreción natural de insulina del cuerpo para regular la concentración de glucosa en sangre. Esta terapia es adecuada para pacientes con diabetes tipo 1 (debido a la destrucción de las células beta del páncreas que impide la secreción de insulina), así como para pacientes con diabetes tipo 2 cuando los medicamentos orales no logran controlar la glucemia. Además, las pacientes con diabetes gestacional o con trastornos metabólicos severos también pueden requerir el uso de insulina a corto o largo plazo.
El tratamiento con insulina se clasifica en cuatro tipos principales según su tiempo de acción: de acción rápida (como la insulina Aspart), de acción corta (como la insulina regular), de acción intermedia (como NPH) y de acción prolongada (como insulina glargina). Su mecanismo de acción consiste en inyectar subcutáneamente o en vena, permitiendo que la insulina se una a los receptores en la superficie celular, promoviendo la entrada de glucosa en el hígado, músculos y tejidos adiposos, reduciendo así la concentración de glucosa en sangre.
Las principales indicaciones incluyen: diabetes tipo 1 (dependiente completamente de insulina exógena), diabetes tipo 2 en casos de falla de medicamentos orales o crisis hiperglucémicas, diabetes gestacional que requiere control intensificado de glucosa, y manejo de glucemia antes y después de cirugías. Además, condiciones de emergencia como cetoacidosis diabética o estado hiperosmolar hiperglucémico también requieren el uso inmediato de insulina.
La insulina generalmente se administra mediante inyección subcutánea en áreas como el abdomen, muslos o glúteos, rotando los sitios para evitar lipodistrofias. La dosis se calcula en base al peso del paciente, ingesta alimentaria, nivel de actividad física y resultados de monitoreo de glucosa. Por ejemplo, la insulina basal puede administrarse una vez al día, mientras que la insulina para las comidas se inyecta 15 minutos antes de comer. La ajuste de dosis debe seguir estrictamente las indicaciones médicas, evitando cambios por cuenta propia.
La dosis inicial suele ser menor que la estándar y se ajusta progresivamente según los resultados del monitoreo de glucosa. Los pacientes con bombas de insulina (bomba de insulina) pueden usar un esquema basal-bolo, combinando con sistemas de monitoreo continuo de glucosa (CGM) para mayor precisión. Grupos especiales como ancianos o pacientes con insuficiencia renal deben ajustar la dosis para evitar riesgos de hipoglucemia.
El efecto secundario más grave es la hipoglucemia (glucosa en sangre por debajo de 70 mg/dL), que puede causar mareos, palpitaciones y en casos severos, pérdida de conciencia. El uso prolongado puede llevar a atrofia o proliferación de grasa subcutánea, y en algunos pacientes, a la formación de anticuerpos contra la insulina o reacciones alérgicas. La sobredosis puede causar también estados de hiperglucemia hiperosmolar.
Contraindicaciones incluyen alergia a los componentes de la insulina o antecedentes de hipoglucemia severa. Al usarla, se debe evitar ejercicio en ayunas, consumo de alcohol y una dieta irregular. Los pacientes deben monitorear diariamente su glucosa, mantener limpios los sitios de inyección para prevenir infecciones, y almacenar la insulina en lugares frescos, evitando congelación o altas temperaturas.
El uso combinado con betabloqueantes puede enmascarar los síntomas de hipoglucemia, por lo que requiere monitoreo frecuente. Los medicamentos orales para reducir la glucosa (como sulfonilureas) o los agonistas del receptor GLP-1 pueden potenciar el efecto de la insulina, requiriendo ajuste de dosis. Los anticoagulantes (como warfarina) pueden alterar el metabolismo de la insulina, por lo que se debe monitorear la coagulación.
Los estudios clínicos muestran que el uso regular de insulina puede reducir el HbA1c en un 1-2%, disminuyendo significativamente el riesgo de retinopatía, nefropatía y neuropatía. El esquema basal-bolo en pacientes con diabetes tipo 2 puede mantener el riesgo de hipoglucemia en niveles aceptables.
Medicamentos orales como metformina, inhibidores de SGLT2 (como dapagliflozina) o DPP-4, pueden usarse en el tratamiento inicial de la diabetes tipo 2. Los agonistas de GLP-1 inyectables (como liraglutida) también son opciones en algunos pacientes. Sin embargo, los pacientes con diabetes tipo 1, por falta de producción de insulina, requieren insulina de por vida.
¿Cómo se debe almacenar la insulina para asegurar su eficacia?
La insulina no utilizada debe almacenarse en el refrigerador (2°C a 8°C), evitando que se congele. La insulina ya abierta puede mantenerse a temperatura ambiente (no más de 25°C) durante 4 a 6 semanas, evitando la exposición directa al sol y cambios de temperatura. La insulina caducada o que haya cambiado de apariencia puede afectar el control glucémico; antes de usarla, verificar que el líquido no esté turbio ni contenga sedimentos.
¿Qué hacer si aparece hipoglucemia tras usar insulina?
Si presenta sudoración, temblores, palpitaciones u otros síntomas de hipoglucemia, consuma inmediatamente 15 gramos de carbohidratos de acción rápida, como 15 pastillas de glucosa o 150 ml de jugo de fruta. Después de 15 minutos, vuelva a medir la glucosa; si no ha aumentado, repita la ingesta. A largo plazo, ajuste la dosis o el horario de inyección con su médico y lleve siempre una pulsera de identificación para emergencias.
¿Cómo ajustar la dosis de insulina durante el ejercicio para evitar fluctuaciones en la glucosa?
El ejercicio acelera el metabolismo de la glucosa, por lo que se recomienda medir la glucosa antes del ejercicio y consultar con el médico para ajustar la dosis. Es recomendable realizar ejercicio en momentos de menor efecto de la insulina y llevar alimentos con azúcar para prevenir hipoglucemia. Después de ejercicios intensos, se debe monitorear la glucosa durante las siguientes 24 horas.
¿El uso prolongado de insulina puede causar resistencia?
La insulina en sí no causa resistencia, pero el aumento de peso o la deterioración de la función de las células beta puede incrementar la necesidad de insulina. Esto está relacionado con la progresión natural de la enfermedad, no con la pérdida de eficacia del medicamento. Es importante que los pacientes sean evaluados regularmente por su médico, y que el tratamiento con medicamentos orales o ajustes de dosis ayude a retrasar el empeoramiento de la enfermedad, manteniendo una comunicación estrecha con el equipo médico.
¿Cómo elegir el tipo de insulina según el estilo de vida?
La insulina de acción rápida es adecuada para inyección antes de las comidas, en relación con los horarios de alimentación; la insulina de acción intermedia o prolongada proporciona un control basal de la glucosa y debe administrarse en horarios fijos. Los pacientes deben coordinar con su médico un plan personalizado basado en la frecuencia de comidas, actividad física y patrones de glucosa, para evitar desajustes entre dosis y ritmo de vida.