El virus de Marburg (Marburg virus) es un virus altamente patógeno que provoca el síndrome de fiebre hemorrágica, con una tasa de mortalidad que puede superar el 80%. Actualmente, no existen medicamentos aprobados específicamente para este virus; el tratamiento se basa principalmente en terapias de soporte, complementadas con ensayos clínicos de medicamentos antivirales experimentales. El objetivo del tratamiento es mantener los signos vitales del paciente, aliviar los síntomas y reducir el riesgo de complicaciones mediante un enfoque multidisciplinario.
Las principales estrategias terapéuticas incluyen la gestión del equilibrio de líquidos, terapia anticoagulante, soporte de funciones orgánicas, y el uso de medicamentos experimentales como anticuerpos monoclonales o interferones. En años recientes, se ha avanzado en el desarrollo de vacunas y antivirales, aunque aún no están en uso rutinario.
El tratamiento de soporte incluye la administración intravenosa de líquidos para mantener el volumen sanguíneo, y el uso de soluciones electrolíticas para corregir desequilibrios metabólicos. Los pacientes con insuficiencia respiratoria requieren ventilación mecánica, y en casos de insuficiencia renal puede ser necesaria la diálisis. Estas terapias mantienen la estabilidad del entorno interno, proporcionando al sistema inmunológico del paciente tiempo y condiciones para combatir el virus.
Los antivirales experimentales como los anticuerpos monoclonales pueden neutralizar las proteínas de superficie del virus, impidiendo su unión a las células huésped. Los interferones inducen proteínas antivirales que inhiben la replicación viral. Tecnologías como la interferencia de ARN y medicamentos antivirales como brincidofovir también están en fase de ensayos clínicos, actuando al interferir en la replicación del ácido nucleico viral.
Se aplican a pacientes con infección confirmada por el virus de Marburg, que presenten síntomas como fiebre, cefalea, mialgia y tendencia a hemorragias. Los grupos de alto riesgo incluyen a quienes han estado en contacto con pacientes infectados, trabajadores en zonas epidémicas y personal médico con sospecha de contacto con el virus.
El tratamiento debe comenzar dentro de las 24-48 horas posteriores a la aparición de los síntomas, momento en el cual la carga viral aumenta de manera significativa. La intervención temprana puede mejorar notablemente el pronóstico. En casos graves, como shock o fallo multiorgánico, se requiere una atención intensiva en unidades de cuidados críticos.
El tratamiento de soporte se realiza principalmente por vía intravenosa, con volumen de líquidos administrados según el peso corporal, recomendando entre 20-30 ml/kg/h en adultos. Los antivirales como los anticuerpos monoclonales se administran en varias dosis intravenosas, ajustadas según el peso, generalmente con intervalos de 48 horas, y una duración total de tratamiento de aproximadamente 10-14 días.
El uso de medicamentos debe seguir estrictamente los protocolos de ensayo, por ejemplo, la primera dosis de brincidofovir es de 10 mg/kg, seguida de 5 mg/kg diarios, con monitoreo de funciones hepáticas y renales. Todos los tratamientos deben realizarse en salas de aislamiento, con el personal sanitario equipado con protección completa para evitar infecciones.
Las terapias de soporte pueden reducir la tasa de mortalidad del 80% al 50-60%, siendo clave mantener la presión arterial y la función renal. La terapia con anticuerpos monoclonales ha demostrado en experimentos con monos reducir la carga viral en un 90%, y puede retrasar la progresión de la enfermedad en pacientes en etapas tempranas.
La terapia intravenosa puede causar tromboflebitis o infecciones, y la colocación de catéteres centrales conlleva riesgos de punción. La administración de grandes volúmenes de líquidos puede inducir edema pulmonar o intoxicación por agua, por lo que se requiere monitoreo cercano de la presión venosa central.
Los antivirales pueden provocar reacciones alérgicas o daño hepático mediado por el sistema inmunológico, y los anticuerpos monoclonales pueden causar fiebre, escalofríos y otras reacciones inmuno-metabólicas. El uso prolongado de interferones puede reducir los leucocitos o elevar las enzimas hepáticas.
Las contraindicaciones incluyen alergia a los componentes del medicamento y falla severa hepática o renal. Las mujeres embarazadas deben sopesar los riesgos para el feto al usar medicamentos experimentales, y las lactantes deben suspender la lactancia. El uso de anticuerpos monoclonales en inmunodeprimidos puede afectar la eficacia del tratamiento.
Durante el tratamiento, se debe monitorear la cuenta de células sanguíneas, la coagulación y la función hepática y renal; en caso de reacciones de hipersensibilidad, se debe suspender inmediatamente el medicamento. El personal sanitario en contacto con secreciones del paciente debe usar protección de aislamiento para prevenir infecciones cruzadas.
Los antivirales y antibióticos pueden competir por enzimas hepáticas, requiriendo ajuste de dosis. Los corticosteroides pueden suprimir la respuesta inmunitaria y afectar la eficacia de los antivirales, por lo que deben ser utilizados tras evaluación por un especialista en infecciones. La plasmaféresis puede disminuir la concentración de anticuerpos monoclonales, por lo que se recomienda un intervalo de al menos 4 horas entre procedimientos. Cuando se usan anticoagulantes, se debe monitorear el INR para evitar hemorragias.
Las terapias de soporte en la epidemia de Uganda en 2014 aumentaron la supervivencia en un 30%, aunque con variaciones entre estudios. Los anticuerpos monoclonales en experimentos con primates no humanos mostraron una tasa de supervivencia del 80%, pero los datos en humanos aún son insuficientes. La terapia con interferones en ensayos pequeños puede acortar la viremia, aunque puede inducir reacciones autoinmunes. Actualmente, las guías de tratamiento se basan en la ruta clínica de la OMS de 2016, y los medicamentos se usan en un contexto de uso compasivo.
Las opciones experimentales incluyen la inyección subcutánea de interferón alfa-2b y el uso de antivirales de amplio espectro como favipiravir. En desarrollo, la vacuna rVSV-ZEBOV mostró protección cruzada en brotes de Ébola, pero su eficacia contra el virus de Marburg aún no está confirmada. La terapia con células madre en fase experimental puede reparar daños en el endotelio vascular y podría ser una futura opción de tratamiento. Actualmente, no hay evidencia científica que respalde el uso de medicamentos tradicionales chinos como sustituto del tratamiento estándar.
Los médicos evalúan la gravedad de los síntomas, el tiempo desde la aparición y la función de órganos. Los antivirales como los anticuerpos monoclonales suelen indicarse en etapas tempranas (dentro de las 72 horas) y en pacientes sin fallo orgánico grave. El equipo médico combina resultados de laboratorio y hallazgos clínicos para diseñar un plan de tratamiento personalizado.
¿Qué efectos secundarios pueden presentarse con la terapia con inmunoglobulinas? ¿Cómo manejarlos?Puede haber reacciones alérgicas (como erupción cutánea, fiebre) o alteraciones en la coagulación. Se realizan pruebas de alergia antes del tratamiento y se monitorean signos vitales durante el proceso. En caso de reacciones severas, se debe ajustar la dosis o administrar medicamentos antihistamínicos para aliviar los síntomas.
¿Qué cambios en el estilo de vida pueden mejorar la eficacia del tratamiento?El paciente debe descansar completamente, evitar actividades extenuantes y seguir una dieta líquida o baja en fibra para reducir la carga digestiva. Además, es fundamental cumplir con las medidas de aislamiento, y todos los desechos biológicos y materiales médicos deben tratarse como material infeccioso para prevenir la propagación del virus.
¿Qué controles de seguimiento se deben realizar tras la recuperación?Se recomienda realizar análisis de sangre varias veces en los primeros 6 meses, para monitorear la función hepática y renal, y detectar restos de RNA viral. También se evalúan posibles secuelas neurológicas y la recuperación del sistema inmunológico. Se sugiere acudir al médico cada 3 meses para una evaluación integral, durante al menos un año.
¿Cuál es la relación entre la tasa de supervivencia y el inicio del tratamiento en la infección por virus Marburg?El tratamiento temprano (dentro de los 3 días posteriores a la aparición) puede aumentar la supervivencia al 60-70%, mientras que retrasar la atención puede elevar la mortalidad a más del 80%. Los datos muestran que los pacientes que reciben anticuerpos monoclonales junto con soporte, si inician el tratamiento en la primera semana, tienen mejor control de daños en órganos. Por ello, el diagnóstico rápido y la intervención inmediata son fundamentales.